Con apenas un año de vida, los monos ardilla ya eran adictos a la nicotina.
Contenidos en dispositivos que limitaban sus movimientos, los animales eran entrenados para presionar una palanca que les administraba dosis de nicotina directas al torrente sanguíneo.
Así vivían durante tres años: aislados, sufriendo vómitos, diarrea y temblores por la adicción. Cuando directamente no morían en el proceso.
Cuatro meses después de que Jane Goodall, la etóloga y renombrada conservacionista de primates, denunciara lo que describió como "tortura", el gobierno estadounidense determinó el fin del experimento que desde 2014 realizaba la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).
El objetivo del proyecto gubernamental era investigar los efectos de la adicción al tabaco en adolescentes usando ejemplares de Saimiri sciurea como modelo.