La muerte de Liam Payne, el carismático exintegrante de One Direction, ha dejado al mundo de la música conmocionado. Pero más allá de la tristeza, la investigación sobre su fallecimiento ha revelado un cuadro oscuro de adicción y excesos que marcaron sus últimas horas.
En las horas previas al accidente, Payne se encontraba en un estado de deterioro físico y mental. Según informes recogidos por TMZ y compartidos por ABC, la noche antes de su muerte, hizo múltiples pedidos de alcohol y drogas, incluyendo seis gramos de cocaína que le fueron entregados por un empresario local. Además, esa misma noche, el cantante también solicitó a un empleado del hotel otros siete gramos de cocaína, mientras que en su habitación, se encontraba acompañado por dos prostitutas, quienes luego afirmaron que Payne se negó a pagarles por sus servicios.
La autopsia reveló que el cuerpo de Liam contenía una mezcla letal de cocaína, crack, metanfetamina, ketamina, MDMA y benzodiazepinas, sustancias que lo dejaron en un estado de inconsciencia. Esta combinación provocó que perdiera el control y cayera desde la ventana del hotel, sufriendo heridas internas fatales.
En las horas previas a su caída, el cantante también hizo varios pedidos de alcohol, comenzando la noche con cuatro botellas de whisky y, ocho horas después, pidiendo cinco botellas adicionales. Esta sucesión de excesos fue un reflejo de su lucha interna y su creciente dependencia de las sustancias, un patrón que finalmente lo llevó a su trágica muerte.