Lo que se vive a diario en la selva del Darién es un absurdo humanitario. El tapón geográfico entre Colombia y Panamá se ha impuesto muy a propósito para evitar el paso de personas hasta Centroamérica y al final, a los Estados Unidos.
Sin embargo, este paisaje selvático e inhóspito no ha frenado que miles de migrantes de diferentes nacionalidades lo atraviesen con la esperanza de llegar a su objetivo.
Para más, ni a Colombia ni a Panamá les ha interesado establecer una vía carretera en alguna zona de ese espacio geográfico con fines comerciales, ya que ambos han visto más que suficiente que la conexión entre ambos países sea por el Pacífico o por el mar Caribe, aunque comparten frontera terrestre.
Mientras tanto, lo que se vive a diario en esta selva se está documentando a través de medios y redes sociales. Allí los testimonios de quienes trabajan o circulan por la selva son asombrosos, por no decir vergonzosos en materia humanitaria.
Lanzó a sus hijos al vacío
Un haitiano que vio morir a su esposa decidió lanzar a sus dos hijos al vacío en un área montañosa y luego se lanzó por el precipicio. La desesperación no tiene medida entre quienes lo dejan todo para emprender una aventura sin garantías por la selva.
Esta historia la contó el epidemiólogo panameño Roderick Chen-Camaño quien recibió a un paciente venezolano que rompió en llanto al interrogarlo para llenar la historia médica. Este venezolano le contó que fue testigo del episodio con el ciudadano haitiano.
El muchacho venezolano forcejeó con el padre desesperado para impedir que lanzara al segundo niño luego de ver lo que había hecho con el primero, pero no lo logró. “Después de arrojar a sus dos hijos, el hombre se lanzó al vacío”, citó BBC.
“Pensé que estaba preparado, que no vería nada nuevo. Pero fue una experiencia completamente nueva. Tengo tres hijos y veo la cara de ellos en cada niño que atraviesa ese lugar”, admitió el médico panamelo al recordar el testimonio.
Enfermedades raras
“Había niños sin nombre que nacieron en la travesía. Otros llegaban solos. Todos tenían la mirada perdida. Han sido testigos de cosas que no deberían vivir”, cuenta la pediatra panameña Yesenia Williams.
“No esperaba tanto sufrimiento ni tantas dificultades. Es muy frustrante saber que aquel operativo fue apenas un paliativo. Nosotros solo vemos una pequeña parte de lo que ellos están viviendo”, dijo desde el puesto médico instalado por el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud de Panamá en la zona de San Vicente, un paso de migrantes de diferentes nacionalidades.
Allí el médico venezolano José Antonio Suárez atiende varios casos de dermatitis cercarial, producido por larvas de parásitos que suelen hospedarse en caracoles de río y otras fuentes de agua. Una veintena de migrantes tenían las piernas inflamadas y con picazón.
Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) unas 133 mil personas cruzaron la región del Darién durante 2021. La mayoría fueron haitianos, cubanos y venezolanos, seguidos por ciudadanos de países como Bangladesh, Ghana, Uzbekistán y Senegal.
“No hay tapón que pueda frenar el anhelo de prosperar de los migrantes”, opinó el escritor Ibsen Martínez en un artículo de El País. Como se sabe, los migrantes son personas con historias de vida, muchos son profesionales, gente trabajadora que se vio sin oportunidades en países con economías desastrosas o en guerra y decidieron huir.
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