Hace casi un año y medio, el sacerdote Jesús, de la parroquia de Pacaraima, Brasil, servía unos 80 cafés al día para los venezolanos que cruzaban la frontera en busca de mejores condiciones de vida.
Hoy, la parroquia se ve forzada a ofrecer 1.700 cafés con leche y un pan diariamente, ante la intensificación de la crisis migratoria en la frontera entre Roraima y Venezuela.
"Y muchas personas dicen que ese es el único alimento que se llevan a la boca durante todo el día", le cuenta Jesús a la BBC por teléfono.
De origen español, Jesús Lopez Fernández de Bobadilla dirige desde hace 9 años la parroquia local y dice que Pacaraima, de unos 10.000 habitantes, "era una ciudad pacífica que sufrió una metamorfosis".
La ciudad ha recibido un flujo enorme de personas, se calcula unos 500 migrantes por día, que tratan de escapar de la pobreza y de la escasez extrema de víveres en Venezuela.
Sin embargo, ante la falta de estructura para albergar a los recién llegados y la dificultad de las autoridades para lidiar con la crisis, entre la población local se crea un resentimiento hacia los venezolanos y un temor a que surjan hechos de violencia, según afirman el sacerdote y otros residentes locales.
"Esto era un volcán que no aguantaba más y entró en erupción", dice el padre Jesús sobre las protestas del pasado sábado.
Según las autoridades brasileñas, hubo ataques y quema de campamentos de inmigrantes, después de que un comerciante brasileño fuera asaltado y golpeado por venezolanos.
"Son entre 3.000 a 4.000 personas (migrantes) viviendo en las calles de una ciudad de 10.000 habitantes, sin baño, sin empleo, estamos hace 2 años alertando a las autoridades y buscando aliviar el drama del pueblo venezolano", señala el sacerdote.
"No justifico la reacción de los brasileños, la xenofobia fue creciendo, pero hay mucho miedo a la violencia y al temor a ser robado. El pueblo está resentido".