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De la ciudad al pueblo: ¿una posible nueva realidad?

Examinamos qué hay detrás de las mudanzas ocasionadas antes y por la pandemia, y qué implicaría este estilo de vida.

En “Decamerón”, de Giovanni Bocaccio, escrito en pleno auge de La Peste Negra, pandemia mundial que mató hasta 600 millones de personas entre 1347 y 1353, mostraba a un grupo de personas contándose historias fuera de uno de los focos principales de la peste, la ciudad, para entretenerse. De la ciudad al pueblo: ¿una posible nueva realidad?

Casi dos siglos después, se registró un movimiento similar entre las clases acomodadas inglesas por un virus en la época de Enrique VIII (el mismo rey se mudó también). Estos paralelismos podrían ser similares, en ciertos puntos, a lo que planteaba Bill Gates en la nueva normalidad, al hablar de personas que se mudaban por la pandemia, de las ciudades hacia lugares periféricos como el campo y los pueblos. Esto, debido a la pérdida de su trabajo, el costo de vida y otros factores. 

De la ciudad al pueblo: ¿una posible nueva realidad?

Ahora bien, hablando en números, al menos el 22% de la población adulta  se ha mudado en Estados Unidos por el Covid, según un estudio de Pew Research. Pérdidas de trabajo, campus cerrados, son factores principales. Para otro porcentaje de la población, también aplica el trabajo remoto y la posibilidad de hacerlo desde lugares menos gentrificados y densos poblacionalmente, factores que ya se daban desde antes de la pandemia.

De hecho, el precio de la finca raíz había incrementado en el último medio siglo, según Statista. En Asia está el mercado más caro y en Europa se llegaba a pagar 3,86 euros por un solo metro cuadrado. Sumado esto a los salarios bajos, daba un costo de vida insostenible, cosa que se acentuó en la pandemia.

Una crisis que al menos ha dejado a 40 millones de personas en Estados Unidos pidiendo seguro de desempleo, se entiende que se busquen mejores ofertas en lugares menos concurridos y caros. Ya en artículos varios de medios estadounidenses y europeos se mostraban los testimonios de personas que habían dejado las grandes ciudades antes y después de la pandemia.

Y se llegaba a la misma conclusión: si bien se extrañaban las facilidades y la oferta cultural y laboral, también el cambios de ritmo de vida y el cambio de hábitos de consumo eran notorios. Pero, ¿cómo podría ser esto un éxodo masivo cuando se habla de un pequeño porcentaje de población? ¿Podría ser una posibilidad masiva y real a futuro?

Una vida más simple, quizás si eres privilegiado

Hay gente que sencillamente por sobrevivir y por cuidado, que es una lógica para millones de personas, no puede mudarse. Porque su trabajo lo requiere, porque su economía es tan precaria que no encontrarían otra cosa. Por eso no podría hablarse del todo de un éxodo masivo: “Sigue sucediendo desde que las personas que estaban acostumbradas a una lógica en los grandes centros urbanos pueden incluso entender que fuera de ellos, la dinámica es diferente. Pero, de hecho, buscarán soluciones más optimizadas que ayuden a ofrecer cierto nivel de agilidad y conveniencia. Además, considerando que las personas que pueden hacer esta transición continúan recibiendo su salario en la misma cantidad, se puede esperar que haya un mayor flujo de dinero dentro de lugares que antes no estaban tan acostumbrados a esta lógica. Sin embargo, de nuevo, es importante tener en cuenta el volumen que representa esta transición. Esta fuga de las grandes ciudades no constituye exactamente un éxodo urbano, por muy significativo que sea. Es un movimiento expresivo, pero es necesario comprender en profundidad si es lo suficientemente fuerte como para alterar profundamente la lógica de un pueblo pequeño”, le explica a Metro el experto en futuros para la agencia de coolhunting de WGSN, Stefano Arpassy. 

Y tiene razón: un artículo de Bloomberg que estudiaba si las mudanzas en Estados Unidos obedecían a un éxodo masivo, mostró que si bien la gente de San Francisco y Nueva York se mudó, lo hizo a ciudades más pequeñas y que las personas se mudaron con normalidad.

Por su parte, otras consultoras de finca raíz como Zillow mostraron que esto tampoco se trataba de un éxodo masivo, y por supuesto, al analizar las mudanzas de estas grandes ciudades a otras metrópolis también influyen los factores pre pandemia, así como el auge del trabajo remoto, solo para unos pocos que ya con el factor de supervivencia cotidiana resuelto, pueden diseñar otros estilos de vida mucho más conectados con la naturaleza y el interior.

“Venimos de años en los que el apego a las soluciones tecnológicas y un culto exacerbado a una lógica de la productividad crearon una saturación en el estilo de vida de quienes viven en las grandes ciudades, trayendo graves consecuencias para el bienestar de la población”

Aunque esto también varía según el contexto, el continente, la región y las necesidades de cada quien. Muchas personas encuentran otros centros creativos de trabajo, otras se dedican a estilos de vida más artesanales, espirituales o comunitarios. Pero en muchos casos se nota el cambio.

Ángela Esguerra, una politóloga, se mudó a un pueblo cercano  a Bogotá debido al mercado laboral y luego el tiempo se ajustó por la pandemia. “Nos mudamos a finales de 2018. Yo estaba estudiando en la universidad y los costos en transporte se incrementaron, pero los tiempos no tanto. Se redujo bastante el pago de costo de vida, alojamiento y servicios. También se notaba la calidad del aire. Era un lugar lleno de parques, tranquilo, no había tanta inseguridad. En un principio dices, no hay nada qué hacer. Extrañaba el caos, pero solo en algunos tiempos. Eso era suficiente para mí. Yo salía con mi mamá y los perros a todos los parques y estaba desempleada, no hacía mucho. Solamente me quedaba con mis amigas en la capital. Además, había cosas qué hacer, además de caminar el pueblo. Ya no sientes la necesidad de llenarte de cosas y seguir el ritmo de una gran ciudad, sino que allá es más tranquilo y empiezas a acomodarte a la lentitud del lugar. Y empiezas a adaptarte”, le explica a Metro. “Me gustaría volver a vivir fuera de la ciudad, si el trabajo me lo permitiera. En el pueblo que vivía lo tenía todo”, expresa.

Ese sentir individual también se puede ver en trazos colectivos, sobre todo al sentir un hartazgo mayor por una sociedad, sin remedio, más digitalizada.

Y esa búsqueda puede determinar un cambio de vida al abandonar los estímulos de las metrópolis. Así lo cree Stefano Arpassy:  “Veo una señal de equilibrio –o al menos una búsqueda de ese equilibrio– considerando una vida con un ritmo más adecuado a la dinámica individual de cada uno y la posibilidad de disfrutar de soluciones tecnológicas que brinden comodidad, conveniencia y agilidad a las personas. Venimos de años en los que el apego a las soluciones tecnológicas y un culto exacerbado a una lógica de la productividad crearon una saturación en el estilo de vida de quienes viven en las grandes ciudades, trayendo graves consecuencias para el bienestar de la población. Así, para quienes tienen acceso a esta posibilidad de refugio, identificamos cada vez más una búsqueda de un equilibrio que no abandone lo que la tecnología ofrece pero que sepa medir el uso y valorar aspectos más individuales de cada uno”, afirma.

Quizás, por ahora no enfrentemos un éxodo masivo, pero comienzan a existir otras maneras de vivir que en la pandemia han tenido un empujón.

3 preguntas a Stefano Arpassy, experto en futuros, WGSN

P:¿Por qué la gente parte de las ciudades a lugares menos densamente poblados? 

–En general, como hemos sido testigos de una digitalización de las relaciones laborales en los últimos años, hemos visto personas que abandonan grandes centros en busca de más calidad de vida y una vida menos costosa económicamente. Si, por un lado, nos acostumbramos a ver las grandes ciudades como templos de oportunidad, por el otro, empezamos a ver un gran contingente de personas que empezaron a tener graves problemas de salud mental, cada vez más saturados de la acelerada y exigente lógica de grandes ciudades. Con la pandemia, esta posibilidad se abrió a un espectro aún mayor de personas, ya que una parte importante del trabajo comenzó a realizarse, de manera obligatoria, desde el interior del hogar. Con esto, más personas buscaron juntar la idea de un refugio de las grandes ciudades donde puedan tener más flexibilidad, contacto con la naturaleza y precios más bajos con la posibilidad de mantener el trabajo que siempre han tenido. Sin embargo, es importante enfocar que no son todos los trabajadores que pueden tener acceso a esta dinámica. Este movimiento, por mucho que haya ganado fuerza en los últimos meses, todavía está restringido a quienes trabajan en actividades que se pueden hacer a distancia.

P: En la peste negra y en muchas otras pestes la gente también se refugió en el campo y en los pueblos. Qué cambia con nuestra forma actual de consumir, trabajar y vivir, el hecho de que hagamos lo mismo ahora? 

–Esta es una aceleración de tendencias. Ya hemos discutido cómo equilibrar mejor la vida personal con la vida profesional y cómo impacta la dinámica que conocemos en cuestiones económicas y sociales. Ya vivimos muchos cambios en los hábitos de consumo que han sido posibles gracias a los avances tecnológicos sin precedentes en la historia. Este es un factor que crea aún más condiciones para que las personas busquen refugio fuera de las grandes ciudades y adopten nuevos hábitos de consumo y trabajo.

P: ¿Este modo de vivir (fuera de los centros urbanos) será una constante en el futuro?

–Sin duda se consolidará como una opción cada vez más viable y más deseada. Esperamos una mayor búsqueda de esta forma de vida, pero los grandes núcleos urbanos todavía tienen mucha influencia y seguirán haciéndolo. En casos como estos, siempre es muy importante comprender la diferencia entre el volumen y la tendencia del movimiento. Y, en una lógica esencialmente capitalista que demanda y exige trabajo para sostenerse, las grandes ciudades siempre figuraron como tierras de oportunidad, por mucho que se abra la posibilidad de ejercer el trabajo a distancia.

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