Los ojos de la comunidad internacional están puestos sobre la ciudad que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció el miércoles como la capital de Israel, pese a las advertencias de no hacerlo que vinieron del mundo árabe y de otros países.
El estatus de la ciudad es uno de los principales asuntos que divide a Israel y a los palestinos.
Jerusalén es la capital declarada de Israel y allí se ubica la sede de gobierno. Pero esa situación de facto es algo que no cuenta con el aval de la comunidad internacional.
La discordia sobre la decisión de Estados Unidos puede llevar a muchos a planetarse la pregunta de qué representan las ciudades capitales y por qué están donde están.
Te presentamos cuatro razones:
1. Un sentido de control y un símbolo de unidad
La palabra «capital» deriva de capitalis en latín, que significa «a la cabeza».
Como la ciudad que encabeza el territorio, está vinculada al Estado y, por consiguiente debería albergar la sede de gobierno (no es el caso de Sucre en Bolivia) y, si existe, usualmente a la realeza también.
La capital necesita ser protegida, pero también puede ejercer control y proyectar unidad.
Por esa razón, muchas capitales se han construido en el centro geográfico de los países; deben lucir representativas y accesibles.
Madrid se encuentra casi en el centro de la península ibérica, mientras Abuja, que se convirtió en la capital oficial de Nigeria en 1991, se levantó como una ciudad nueva y geográficamente estratégica para simbolizar la unidad de una nación dividida en líneas religiosas y geográficas.
Del mismo modo, Brasil trasladó su capital de la costera y populosa Río de Janeiro a la ciudad de Brasilia, en el interior. La idea era construir una nueva capital que «trajera progreso al interior de Brasil», como lo describió el arquitecto Oscar Niemeyer.
2. Compromiso político
Washington DC quizá sea el escenario de una profunda división política hoy en día, pero la fundación en 1790 de la capital de Estados Unidos partió de un compromiso político.
Alexander Hamilton y los estados del norte querían que el gobierno federal asumiera las deudas de los estados y llegó a un acuerdo con Thomas Jefferson y James Madison, quien quería que la capital estuviera en el sur.
George Washington escogió la locación precisa en los alrededores del río Potomac y el resto es historia.
En Australia, los curiosos turistas a menudo se sorprenden al saber que Sídney no es la capital del país. La respuesta usual es que la ciudad interior de Canberra se construyó como un acuerdo entre la ciudad más grande de Australia y su competidor en el sur, Melbourne.
Algunos historiadores señalan, sin embargo, que esto no es exactamente cierto y que el calor abrasador en Sídney y Melbourne en el verano es una de las principales razones por las que Canberra fue elegida como capital.
«La razón más significativa, con la que todos los políticos concordaron en la época, fue que los blancos solo podían prosperar y liderar si vivían en un clima frío», le dijo el historiador David Headon a la publicación Australian Geographic.
3. Historia complicada
¿Berlín o Bonn? Esa era la pregunta cuando cayó el Muro de Berlín en 1989 y la Alemania unificada tenía que decidir sobre cuál sería la capital.
Durante los años de la división en el contexto de la Guerra Fría, Bonn fue la capital de Alemania Occidental y el este de Berlín era la capital de Alemania Oriental (República Democrática Alemana).
Hoy en día, pocos de los viajeros que abarrotan las discotecas de Berlín y toman fotografías de los coloridos remanentes del muro conocen sobre Bonn.
Pero la decisión sobre cuál de las dos ciudades sería la capital se redujo a unos pocos votos en el parlamento alemán (Bundestag) el 20 de junio de 1991. Berlín triunfó con 337 votos sobre 320 para Bonn.
Y mientras los alemanes discutían sobre dos posibles capitales, Sudáfrica de hecho tiene tres.
Las ramas del gobierno están divididas entre Ciudad del Cabo (legislativo), Pretoria (administrativo) y Bloemfontein (judicial), aunque la Corte Constitucional está en Johannesburgo.
Esto se remonta a la creación de la Unión de Sudáfrica en 1910 luego de que cuatro colonias británicas se unificaran y no pudiera alcanzarse un acuerdo sobre dónde estaría la capital.
En 1994, con el fin del régimen del apartheid, hubo un movimiento para crear una nueva capital al estilo de Canberra o Brasilia, que permitiese un nuevo comienzo, pero esto nunca pasó.
4. Los caprichos de los hombres fuertes
Astana, la capital de Kazajistán desde 1997, es un reluciente patio de recreo futurista que representa las ambiciones del presidente Nursultan Nazarbayev, quien gobierna el país de Asia central desde 1991.
Entre los sitios más conocidos está el Palacio de la Paz y la Reconciliación, una pirámide de concreto y vidrio diseñada por el británico Norman Foster que cuenta con una sala de ópera de 1.500 asientos.
Esta ciudad barrida por el viento en la estepa congelada se llamó brevemente Akmola, pero cambiaron su nombre a Astana porque la palabra anterior significaba «tumba blanca».
Otro país, Myanmar (antes Birmania) también cuenta con una ciudad capital remota, que es cuatro veces más grande que Londres.
Naypyidaw se construyó en 2005 como un refugio aislado para el gobierno militar, al mismo tiempo en que el país inició su rocosa transición a la democracia.
La enorme capital lo tiene todo, enormes vías, un zoológico y campos de golf, pero menos de un millón de personas viven allí.
¿Y Jerusalén?
Sagrada para las tres grandes religiones monoteístas, Jerusalén es una ciudad que tanto israelíes como palestinos reclaman como su capital. Para Israel ya lo es de hecho y los palestinos designaron a Jerusalén del Este como la de su futuro Estado.
Cuando en 1947 la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 181 para la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe, se pensó en considerar a Jerusalén como una «entidad aparte», una ciudad internacional que sería administrada durante diez años por la ONU antes de realizar un referendo para definir su destino.
Este plan no llegó a aplicarse debido al estallido de la primera guerra árabe-israelí en 1948, que en la práctica derivó en la división de la ciudad en dos partes: Jerusalén este, bajo control árabe; y Jerusalén oeste, en manos de Israel.
La parte oriental de Jerusalén, que incluía la ciudad vieja y los lugares sagrados, quedaron en manos de Jordania desde entonces hasta 1967, cuando durante la Guerra de los Seis Días, Israel tomó el control de toda la ciudad.
En 1980, Israel la declaró como su capital indivisible, algo que no ha sido reconocido por la comunidad internacional y que hasta el Consejo de Seguridad de la ONU declaró nulo e inválido.
En abril pasado, el ministerio de Exteriores de Rusia dijo que reconocía a Jerusalén occidental como la capital de Israel, pero que consideraba a Jerusalén oriental como la capital del futuro Estado palestino
Con el anuncio de Donald Trump, Estados Unidos se convierte en el primer país en reconocer a Jerusalén como la capital israelí, desde la fundación del Estado de Israel en 1948.
Fuente: BBC Mundo
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