Los cambios climáticos pueden afectar la salud de los niños, de diversas formas, dado que su sistema inmunológico aún está en desarrollo y es más susceptible a las infecciones, a la contaminación del aire y a la deshidratación.
Por ejemplo, en verano, el aumento de la temperatura y las precipitaciones puede favorecer la proliferación de mosquitos, garrapatas y otros insectos que transmiten enfermedades.
En invierno, el sistema respiratorio suele ser el más afectado; el resfriado común es causado por numerosos virus que provocan congestión nasal, tos, dolor de garganta y fiebre baja; también se pueden presentar gripes con fiebre alta, dolores musculares, tos seca y fatiga; bronquitis, causando dificultad para respirar y tos; y otitis, que es una inflamación del oído medio, a menudo asociada con resfriados o alergias.
Este tipo de enfermedades afectan el bienestar infantil, ya que le restan energía para sus actividades diarias, en ocasiones deben faltar a sus escuelas por lo que retrasan su conocimiento, y muchas de ellas pueden generar afecciones estomacales que pueden llevarlos hacia un cuadro de deshidratación.
¿Cómo proteger a los niños?
- Lavado de manos frecuente: Es la medida más efectiva para prevenir la propagación de gérmenes.
- Cubrirse la boca al toser o estornudar: Esto ayuda a evitar contagiar a otros.
- Vacunación: Las vacunas contra la gripe son especialmente importantes para proteger a los niños.
- Mantener un ambiente limpio: Ventilar regularmente los espacios cerrados y limpiar las superficies con frecuencia.
La importancia de ropa adecuada:
Durante los cambios de estación, la temperatura puede fluctuar mucho. Vestir a los niños en capas les permite adaptarse a estas variaciones de temperatura.
Además, es importante proteger la cabeza y los pies. Un gorro de lana o un sombrero de ala ancha protegen la cabeza de los niños del frío y del sol. Los pies deben estar siempre abrigados con calcetines de lana y zapatos adecuados para la temporada.