Por Norma Magaña Rodríguez
Veo a mis primas cada año en aquí CDMX, donde nuestra convivencia se llena de gratos momentos compartidos, anécdotas divertidas, chuscas y algunas más cuando la familia aún estaba completa (ya fallecieron mi tío hace mucho tiempo, y después de varios años mi tía, prima hermana de mi papá)); también conversamos sobre gustos gastronómicos, recetas de cocina, negocios, noticias de la familia y recuerdos de los veranos compartidos en mi lejana adolescencia, cuando corría a pasar los 2 meses de vacaciones escolares (de secundaria y preparatoria), y hacíamos locuras al correr en el Buggie (construído por mí tío), por el Paseo Méndez, íbamos al Potrero a hacer un picnic, a Brownsville de compras y claro, estrenar mis primeros jeans, regalo de mi tía a los 16 años.
El tiempo vuela, pasaron 7 años de mí última visita, así que decidí aceptar la invitación a celebrar las fiestas decembrinas, recibir el año nuevo y conocer a los 3 nuevos sobrinos nietos antes de que vayan al kinder y no sepan que soy su tía.
¡Me llené de amor, literal con sólo llegar! Cada casa y cada familia tiene un olor peculiar, aquí domina el de la piel (negocio familiar desde hace casi 100 años); los sonidos también vienen a mi memoria, escuché los ladridos de los 7 perros, maullidos de 4 gatos, los saludos de mis primas, sobrinos, sobrinas, primo y la cereza del pastel: los esbozos de lenguaje del más nuevo integrante de la familia, mi precioso sobrinito de 13 meses. Días después tuve el placer de conocer al otro pequeño de año y medio y a la princesa de 2 años. ¡La familia crece amorosamente! ¡Hermosos los 3!
Las memorias que guarda mi cerebro, corazón, alma, sentimientos, emociones, se conectaron al instante, como si esos 7 años no hubieran transcurrido, y me sumergí en la dinámica familiar: lo primero instalarme en la habitación asignada, luego colaborar con la degustación del suculento desayuno, escuchar la planeación de actividades del día, ver corretear al bebé y apapacharlo, una delicia. Cómo dice una querida amiga, ¡la casa huele a Dios cuando la habita un bebé!
Descubrir cada uno de los múltiples, variados, coloridos, grandes y bonitos adornos navideños, fue mágico, (siempre había ido en verano, nunca en invierno, por lo cual el clima también fue distinto). Y al final visitar y saludar a las chicas del taller, donde me siento en mi hábitat, entre patrones, tijeras, pieles, piezas a medio hacer, gredas, hilos, máquinas y alguna tela esperando por mí.
Es maravilloso como el amor, las empatías, las coincidencias en preferencias, gustos y formas de hacer las cosas, se mantienen a través de décadas con espontánea naturalidad, y como las hemos transmitido y heredado a nuestros hijos.
El respeto, el afecto, la consideración, los gestos amables, las largas sobremesas y las pláticas en la terraza con el viento balanceándonos en la mecedora y en los sillones por el simple placer de conversar, compartir historias y escucharnos unos a otros. Un verdadero privilegio, hoy en desuso en la gran CDMX, donde todos tenemos prisa, estrés a tope, agenda llena, y tráfico creciendo incesantemente, lo que sin duda altera los nervios.
Disfruté 16 maravillosos días completos sin tráfico, sin conducir, sin contaminación de aire, ni de ruido, ni de olores. Apreciando cada gesto, comida, momento, conversación, paseo, caminata, viviendo aquí y ahora, sin prisa, entregada al disfrute familiar de una dinámica diferente a mi cotidianidad, yo feliz, relajada, productiva, creativa.
¿Trabajé? ¡si! Mi ocupación alternativa, mi terapia creativa y relajante: ¡Ayudante de cocina de mi sobrina, y a la vez su maestra de patchwork, lo que me dio la oportunidad de honrar a quien ya no está y hacer un precioso obsequio a mis sobrinietos.
Intercambio de saberes, sabores, trucos, experiencias y confidencias. Darme tiempo de conversar con cada uno de mis familiares me permitió comprender su valor, cariño y sueños.
Cada sistema familiar tiene sus peculiaridades, saber apreciarlas, respetarlas y honrarlas es mi elección. Mis primas, mis hermanas. Agradecida de mi linaje familiar, sus lecciones, mis aprendizajes, nuestro amor. Como siempre nos faltó tiempo, nunca será suficiente, para abrazar la amabilidad de todos y todas.
Gracias, gracias, gracias.
¡TU IMPORTAS! Y en C7 Salud Mental, estamos para escucharte y atenderte.
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