El Papa Francisco falleció en paz la mañana del lunes 21 de abril en la Casa Santa Marta, su residencia en el Vaticano, sin ser trasladado al hospital y cumpliendo su deseo de morir en casa. Sus últimas horas estuvieron marcadas por el silencio, la oración y la presencia de sus colaboradores más cercanos.
Según el Dr. Sergio Alfieri, el cirujano que lo atendió en sus recientes ingresos hospitalarios, Francisco entró en coma durante la madrugada del lunes. El médico lo encontró en su habitación con los ojos abiertos, pero sin responder a estímulos, ni siquiera dolorosos. “En ese momento comprendí que no había nada más que hacer”, declaró.
A su lado estuvo su asistente médico personal, Massimiliano Strappetti, quien conocía la voluntad del Papa de no regresar al hospital. También se encontraba presente el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, quien dirigió un rezo del rosario junto al lecho del Pontífice, mientras el equipo médico lo acompañaba en silencio.
No hubo procedimientos invasivos ni intervenciones de emergencia. En lugar de eso, Francisco fue acompañado con respeto y recogimiento hasta su último aliento. “Esa mañana le di una caricia como último adiós”, dijo el Dr. Alfieri, visiblemente conmovido.
Así terminó la vida del primer Papa latinoamericano: en calma, sin ruido, en la intimidad de su habitación y con la espiritualidad como consuelo final.