Todos hemos experimentado esa sensación. Un picotazo de mosquito, una etiqueta de una prenda colocada incorrectamente o, simplemente, una picazón enigmática que aparece sin previo aviso. Te rascas con placer y, por un instante, todo parece estar en orden. Sin embargo, después de esto, la picazón reaparece con más intensidad, y ahora no solo sientes el impulso de rascarte nuevamente, sino que también tu piel parece haber entrado en una situación de emergencia.
PUBLICIDAD
La ciencia ha logrado encontrar una solución a este dilema sobre la existencia: rascarse resulta beneficioso ya que contribuye a luchar contra infecciones, pero también presenta desventajas porque agrava la inflamación y puede hacer que tu piel se asemeje a la de un tomate.
¿Por qué nos gusta tanto rascarnos?
De acuerdo con una investigación realizada por la Universidad de Pittsburgh, el acto de rascarse puede considerarse una trampa del proceso evolutivo. Para nuestros ancestros, era crucial protegerse contra insectos, parásitos y bacterias, y rascarse resultaba ser una forma eficaz para eliminarlos.
El inconveniente es que hoy en día, aunque “no tenemos que lidiar con tantos bichos”, todavía conservamos el mismo instinto.
El rascarse pone en marcha un compuesto químico conocido como sustancia P, que le indica a tu piel que libere mastocitos. Estos mastocitos, que se supone que deberían resultar beneficiosos, en realidad aumentan la reacción inmunológica y provocan una inflamación todavía más grave.
En resumen, rascarse es como exclamar “¡CÓRTENLO TODO!” cuando solo se necesita un ligero retoque.
Cuando rascarse es un error épico
El conocido ciclo de picazón-rascado es una realidad. Se desarrolla de la siguiente manera:
PUBLICIDAD
- ¿Tienes alguna picazón?
- Te picas.
- “Se siente glorioso.”
- La piel activa un estado de “¡Alerta máxima!” y empieza a liberar un mayor número de sustancias inflamatorias.
- La comezón se intensifica.
- Continúas el procedimiento hasta que da la impresión de que tuviste un encontronazo con un arbusto lleno de espinas.
Si alguna vez has experimentado eczema o alguna alergia, “sabrás lo difícil que es escapar de esta trampa.”
Cuando rascarse es tu aliado secreto
Aquí está lo sorprendente: rascarse contribuye a luchar contra las infecciones.
Científicos hallaron que el acto de rascarse disminuye la presencia de Staphylococcus aureus, una bacteria capaz de provocar infecciones serias en la piel. De hecho, los ratones que tenían la posibilidad de rascarse presentaban una cantidad menor de bacterias en comparación con aquellos que no podían hacerlo.
Por lo tanto, aunque el acto de rascarse intensifica las alergias y la inflamación, también podría actuar como una antigua forma de exfoliación con propiedades antibacterianas. En esencia, nuestro cuerpo nos persuade para que nos rasquemos, ya que en tiempos remotos esto podría haber significado la diferencia entre deshacerse de un patógeno o desarrollar una infección grave.
¿Cuál es el punto medio?
El secreto reside en ser moderado. No se sugire que jamás te rasques, ya que eso es prácticamente inalcanzable, pero tampoco deberías transformar cada picor en una batalla personal.
Si enfrentas dificultades con tu piel, “lo mejor es encontrar soluciones menos agresivas”, tales como lociones humectantes, medicamentos antihistamínicos o alcanzar ese grado de autocontrol que parece ser exclusivo de los monjes budistas.
Ráscate con responsabilidad
La siguiente vez que sientas comezón, recuerda esto: rascarse un poco puede ser beneficioso, pero si lo haces en exceso, tu piel podría considerarte su mayor enemigo. Por lo tanto, rasca con precaución, evita conflictos evitables con tu piel y, si nada funciona, siempre está la opción de culpar a la evolución.