Cuando hablamos de la búsqueda de vida más allá de la Tierra, nuestros pensamientos suelen dirigirse rápidamente a mundos como Marte, Europa (la luna de Júpiter) o Titán, la luna de Saturno. Sin embargo, un pequeño planeta enano en el cinturón de asteroides, Ceres, ha irrumpido en la conversación con un descubrimiento que podría cambiar nuestras ideas sobre dónde buscar señales de vida en el sistema solar.
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En 2017, la nave espacial Dawn de la NASA detectó moléculas orgánicas en Ceres, lo que inicialmente hizo pensar a los científicos que estos compuestos podrían haber sido traídos desde el espacio exterior por cometas o asteroides. Sin embargo, un nuevo estudio realizado por el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) ha revelado que estas moléculas orgánicas podrían haber tenido un origen muy diferente: podrían haberse formado en el interior de Ceres.
El equipo de investigación, basándose en los datos recogidos por la misión Dawn, ha identificado 11 nuevas regiones en la superficie de Ceres que contienen depósitos orgánicos, en especial cerca de la región ecuatorial del planeta enano. A través de técnicas avanzadas de análisis espectral, los científicos pudieron confirmar que estas áreas están cargadas de carbono, un componente clave de las moléculas orgánicas.
Lo más intrigante de este hallazgo es que estas regiones se encuentran en zonas expuestas a una intensa radiación y viento solar, lo que explicaría las señales débiles que se habían detectado previamente. A pesar de estar expuestas a estos factores externos, las concentraciones de materiales orgánicos siguen siendo evidentes, lo que sugiere que podrían haber surgido desde el interior de Ceres, en lugar de ser aportadas por impactos de asteroides o cometas.