Susana Reyes, una de las artistas más queridas y representativas del arte nacional, quien con una brillante y fructífera trayectoria de 50 años y un genuino compromiso social, ha hecho de la danza su camino y su misión a favor de la vida, la paz, la identidad, la reivindicación femenina y la unidad entre los pueblos del mundo.
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Con su quehacer permanente ha aportado al país importantes hitos artísticos y sociales, con una trascendencia internacional que la coloca como una legítima embajadora de nuestro país.
Resultan casi innumerables sus aportes, desde la consolidación y trascendencia de su propuesta estética, La Danza Butoh de los Andes, hasta la creación de la Casa de la Danza, un espacio de sensibilización y unidad que promueve e impulsa el arte como un instrumento de desarrollo social y humano, mediante procesos de educación, creación, difusión y sanación interior.
Con una vasta producción artística que abarca más de 150 creaciones y obras de gran envergadura y trascendencia, ha llevado su arte a lo largo del Ecuador y de diferentes países de los cinco continentes, presentándose en los más prestigiosos teatros y también en espacios alternativos como plazas, escuelas, centros comunitarios y educativos.
Con su obra ha obtenido una amplia resonancia en la crítica de arte especializada y en los diferentes públicos, posesionándose, así como uno de los referentes culturales más importantes de nuestro país y Latinoamérica.
Desde la Casa De la Danza mentaliza y crea el Festival Internacional Mujeres en La Danza. Y, por más de 25 años instaura y mantiene el proyecto “Desde la Danza para la Vida”, mediante el cual despliega una tesonera labor de crecimiento y desarrollo humano a través de talleres dirigidos a mujeres niños, adultos mayores, estudiantes, maestros, trabajadores y profesionales, arribando a la construcción de un método de crecimiento humano, a través del movimiento y el saber ancestral, que hoy lo denomina “El Canto Del Cuerpo”.
Desde el proyecto “Desde la Danza para la Vida” ha creado una plataforma especial para las mujeres, organizando además anualmente dos circuitos de talleres: Itinerancia Por la Vida en el mes de marzo e Itinerancia por la No Violencia en el mes noviembre.
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Desde esta plataforma ha impulsado la pionera formación de promotoras de la autoestima, así como la concreción del colectivo Las Danzantes de la Paz.
Desde su compromiso y su amor por la cultura andina, ha promovido puentes para la revalorización e interrelación cultural, mediante una amplia gestión de eventos destacándose: Museo del Danzante, Festival Quito en Danza y Ancestro, Exposición “IMALLERAS-Mujeres de la memoria y el imaginario andino” entre otros, así como la permanente difusión de la cosmogonía Andina.
Desde la Casa de la Danza, mantiene un permanente aporte al desarrollo del arte y la danza escénica nacional, mediante proyectos de promoción, capacitación e intercambio a través de talleres, laboratorios, conferencias, residencias y montajes.
Si bien su vinculación a la danza se remonta a sus años estudiantiles alrededor de 1971 como miembro de un taller de danza folclórica en el Colegio 24 de Mayo, es en el año 1974 que con su ingreso a los talleres de danza de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y luego con su ingreso al Instituto Nacional de Danza, cuando decide hacer de la danza su vida.
Es en esta última institución donde se despierta su más sincera vocación. Crea conjuntamente con estudiantes del Instituto el Taller Popular de Danza, donde da sus primeros pasos como coreógrafa. También se convierte en cofundadora de las Escuelas Satélites, maestra, además de coordinadora general de la Escuela del Sur. En este contexto, crea su primera obra: Lavanderas, en la que se desvela su inquietud sobre la mujer y la sociedad.
En 1978 inicia un nuevo ciclo, ya egresada con los máximos honores del Instituto Nacional de Danza. Se convierte en maestra titular del mismo e inicia una renovada búsqueda, afianzada en su potencial creativo y su convicción por llevar la danza a todo lugar posible. Este impulso la lleva a recorrer diferentes grupos y experiencias artísticas y sociales. Integra el Grupo Estudio y crea el referencial grupo CENDA.
Es miembro cofundadora de la Coordinadora de Artistas Populares con la que realiza un intenso recorrido por calles, fábricas, pueblos, ciudades, organizaciones comunitarias, de derechos humanos y estudiantiles, crea un significativo número de obras de danza con temática social, y lleva a cabo, además, un arduo trabajo pedagógico.
En 1982 da un paso definitivo al estrenar el recital Quebradanza en el quiteño Teatro Prometeo, en el cual reúne gran parte de sus coreografías y estrena nuevas propuestas. Con este proyecto, se revelaba de forma clara e inequívoca la particular y afianzada raíz de su arte.
Con Quebradanza es invitada en 1984 a participar en el Festival OFF de Nueva York, hecho que marcaría de manera definitiva su ruta. Durante un año en esa ciudad se vincula con vibrantes corrientes dancísticas, así como con importantes centros culturales, estableciendo, una determinante relación con el Teatro la Mama, el Peridance Center y el Taller Latinoamericano.
En Nueva York conoce al maestro músico y compositor Moti Deren, quien se convertiría en un puntal de su vida y su danza. Durante 35 años creando juntos ha transitado una intensa senda de desarrollo creativo cultural y social.
Tras incansables indagaciones y con un sólido bagaje humano, filosófico, artístico y técnico, hace su encuentro en 1991 con la danza Butoh del Japón de la post guerra, reconociendo en ella la posibilidad de consolidar su propia danza y garantizar su desafiante evolución.
Así, después de un largo y profundo proceso logra erigir el cosmos de una propuesta propia y auténtica, denominándola “La Danza Butoh de los Andes”, con la que ha trascendido todo código establecido, repercutiendo fuertemente en el ámbito dancístico nacional e internacional.
De su amplio repertorio se destacan obras como: De arriba abajo, Lavanderas, El danzak, Los mantos, Cantuña, Sueños blancos, Urpi-paloma, Tras los cristales, Los cuatro pasos, Flor de Hiroshima, Mi madre, Voces del holocausto, Oscuranto, Yo mujer, niña y gaviota, Las dos Riveras, Niño corazón, Wuaimiaku, Aleluyah en Butoh, Yaku samai, Jacinta, Días de agua, maíz y luna, Amakuna, Memorias de arcilla, Sumka, El retorno, entre otras.
Con esta gama de proyectos y actividades orientados al desarrollo de la cultura del Ecuador y su proyección en Latinoamérica y el mundo, ha logrado un particular poder de convocatoria que ha aportado en la formación de nuevos y numerosos públicos para la danza.
Susana Reyes ha construido uno de los caminos más hermosos y fructíferos en la escena artística del país. Su coherencia ética y franca dignidad, nos devuelve la esperanza en un arte que cuestiona, que impulsa, que devela, que nos invita a recordar y volver a esa prístina esencia a la que nos pertenecemos.