Esta adicción, conocida como nomofobia (acrónimo inglés de no-mobile-phone phobia), es polémica. Muchos psicólogos no creen que exista, de la misma manera que no existiría la adicción a Internet. Lo que hay son usuarios propensos a tendencias compulsivas que pueden llegar a cristalizar en torno a un dispositivo clave en la vida moderna como es el teléfono.
Al margen de la realidad terapéutica, lo cierto es que cada vez miramos más el smartphone, y lo consideramos indispensable. Según algunos estudios, consultamos su pantalla más de 100 veces al día. Prescindir de él, bien sea por pérdida o por falta de batería, puede desatar nuestros niveles de estrés.
Algunos de los síntomas de que la relación con el celular no es sana y que pueden indicar una dependencia excesiva a este dispositivo son la consulta cada pocos minutos de la pantalla, incluso cuando no se espera un mensaje; la necesidad de dormir teniéndolo a mano, o la preferencia por mantener conversaciones a través del teléfono antes que en persona.
Los psicólogos que consideran la adicción al teléfono como un trastorno real dicen que este tipo de comportamiento puede resultar más dañino en la adolescencia, cuando se desarrollan las habilidades sociales. Si los niños tienen acceso a un celular y se hacen dependientes de él, también pueden sufrir efectos nocivos, como una mayor dificultad a la hora de concentrarse en el estudio o una menor capacidad de retención.
¿Te bañas con el teléfono en la mano? Si es así, tienes un verdadero problema.