El miércoles 2 de diciembre se cumplieron 27 años de la muerte de Pablo Escobar en el techo de su casa en Medellín tras un trabajo conjunto entre el Bloque de Búsqueda y varias autoridades de Estados Unidos. Desde ese momento, son muchas las historias que se han contado alrededor de la muerte del capo que acabó con la vida de miles de personas inocentes en el país.
Sin embargo y una que muy conocían fue la de Ómar Albeiro Carmona Ospina, el tanatólogo que estuvo 24 horas con el cadáver de Pablo Escobar después de su muerte.
Hoy periodista, contó al detalle la manera en la que trabajó esa noche para que el cuerpo estuviera en las mejores condiciones. Así lo contó pera el programa Los Informantes de Caracol televisión.
«Sin ser un experto en criminalística, en balística, cuando hay un tiro a quemarropa hay algo que se llama el tatuaje, el polvorín, Pablo no tenía eso«. Comenzó explicando Carmona. Además añadió: «De cúbito lateral derecho, con el brazo izquierdo sobre la cabeza y la mano debajo de la misma, la mano derecha sobre las tejas en semiflexión hacia el sur, con las piernas hacia el oriente, cruzadas, la derecha en semiflexión».
Por pedido de la mamá de Pablo Escobar, Hermilda Gaviria, Carmona fue designado para esa tarea y de inmediato recordó que pos su cabeza pasaban los siguientes pensamientos: «Es increíble, le estoy tocando la cara al hombre más peligroso del mundo».
La primera descripción de esa larga noche fue el miedo que seguía generando el capo a pesar de estar sin vida: «Pablo, aún muerto, sigue siendo una amenaza para la ciudad, porque había amenazas de que nos iban a poner una bomba en la funeraria, si prestábamos el servicio, había amenaza de que querían secuestrar el cuerpo».
Carmona también reveló lo que decía la autopsia de Escobar: «Hombre de 44 años de cabello negro largo, con canas, con entradas frotoparientales prominentes, frente amplia, cejas pobladas, ojos color miel, nariz recta con cicatriz antigua, orificios nasales amplios, bigote abundante corte corto, labios gruesos, cara ovalada, barba abundante, pabellones auriculares grandes, miembros inferiores: cicatriz antigua horizontal en cara externa de la rodilla…».
Una vez terminó su trabajo que consiste en maquillar el cuerpo, taparle las heridas de bala y dejarlo lo mejor posible, Carmona lo puso dentro de un féretro gris plomo. Lo llevaron a la sala de velación y ahí comenzó otro problema porque muchos seguidores del capo querían quedarse con su cuerpo.
Carmona revela el arribo al cementerio: «Llamamos a la cuarta brigada, mandaron como 50 soldados que nos abrieron como una calle allá para recuperar el cuerpo, sacarlo y de una enterrarlo. También le dije a su hijo, Juan Pablo: «su papá ya entró en un proceso de descomposición, hay que enterrarlo, entiérrelo»».
Así se le puse fin a uno de los peores capítulos que tuvo la historia de Colombia con un hombre que puse de rodillas al estadio generando miedo, masacres e incertidumbre. Sus restos, hoy, yacen junto a los de sus padres y hermanos en el cementerio.