Tres bomberos estadounidenses murieron este jueves 23 de enero de 2020 al estrellarse su avión en el sureste de Australia, donde el fuego gana terreno gracias a los vientos y a una nueva subida de las temperaturas.
Los incendios forestales que están devastando esta región de Australia desde hace semanas habían perdido fuerza en estos días gracias a las lluvias y a un descenso de las temperaturas.
Pero la batalla contra el fuego se recrudeció el jueves, especialmente en siete focos de incendios. Justamente en uno de ellos, situado en las Snowy Mountains, en Nueva Gales del Sur, trabajaba el C-130 Hércules con el que se perdió el contacto pasado el jueves al mediodía.
Las autoridades australianas confirmaron poco después que el avión se había estrellado unos 120 km al sur de Canberra y los tres estadounidenses a bordo habían fallecido.
Se ignoran aún las causas de este accidente, pero el jefe de bomberos de las zonas rurales de Nueva Gales del Sur, Shane Fitzsimmons, mencionó poco antes que las condiciones de trabajo para estos aviones eran “muy difíciles” debido al viento.
El ministro australiano de los Servicios de emergencia, David Littleproud, consideró que la tragedia ilustra “los peligros” a los que los bomberos están dispuestos a hacer frente para proteger a la población.
Vuelos peligrosos
Las autoridades anunciaron que las banderas ondearían a media asta el viernes en Nueva Gales del Sur en homenaje a estos tres bomberos.
Los tres estadounidenses tenían mucha experiencia en este tipo de situaciones y trabajaban para la compañía canadiense Coulson Aviation, contratada para ayudar a Australia en su lucha contra los incendios.
La compañía decidió mantener en tierra a todos sus aviones tras el accidente. El apoyo aéreo en las tareas de extinción del fuego es esencial, aunque la principal labor la realiza un batallón de bomberos y voluntarios en tierra.
Los servicios meteorológicos australianos habían previsto el jueves vientos de unos 90km por hora en la región. Pero Fitzsimmons consideró que eran más fuertes en el momento del accidente.
“Estamos intentando encontrar aviones y helicópteros más grandes, pero es difícil. Es muy peligroso que vuelen”, dijo.
La temporada de incendios forestales está siendo especialmente dura este año en Australia debido la sequía, alimentada sobre todo por el cambio climático.
Desde septiembre, una superficie de más de 100 000 km2, es decir mayor que un país como Portugal, ha sido devastada por las llamas.
Más de 2 000 casas han sido destruidas y 1 000 millones de animales han perecido en los incendios.
La semana pasada, el tiempo cambió bruscamente. Hubo tormentas de arena, fortísimas lluvias e incluso granizo. La lluvia fue recibida con alivio por los habitantes y los bomberos y permitió que algunos incendios fueran sofocados.
Pero también complicó las tareas de despeje y limpieza de ciertas zonas. El viernes está previsto que las temperaturas bajen de nuevo pero “la temporada de incendios no terminará en Nueva Gales del Sur hasta finales de marzo”, advirtió Fitzsimmons.
Con información de AFP
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