En Píllaro, una colorida y pujante ciudad en el centro del país, el Año Nuevo llega con diablos que danzarán sin parar durante toda la semana, hasta el próximo domingo, con un ritmo que contagia y que convoca a renovar y purificar el alma. La Diabla de Píllaro se toma el año nuevo.
La «Diablada de Píllaro» comenzó el 1 de enero y se extenderá hasta el domingo con «partidas» o grupos de diferentes barrios y asociaciones sociales y culturales de Píllaro, que bailan por las calles de la ciudad con un ritmo frenético que contagia fácilmente.
El pasado martes las «partidas» deleitaron a casi 30.000 visitantes que llegaron a Píllaro, provincia de Tungurahua para celebrar con los diablos al Año Nuevo, según comentó hoy a Efe su alcalde, Patricio Sarabia.
Se prevé, agregó, que entre el viernes y el domingo acudan a la celebración unos 60.000 visitantes cada día, lo que supondrá un aumento de turistas respecto al año pasado.
Miles de vecinos participan en la celebración y ahora también extranjeros suelen incorporarse a la danza, contó Sarabia al señalar que este festejo se asemeja mucho a otros festejos de origen Inca, como el de Oruro, u otros que se realizan en algunas localidades de Perú y Chile.
El alcalde de Píllaro dijo soñar con el momento en que se den cita en su ciudad representantes de esas otras «diabladas», aunque admitió que «el factor económico es un enemigo» para esta iniciativa.
Para él, también debería «haber una promoción cultural y turística de la diablada» , con paquetes turísticos promocionales para que lleguen visitantes extranjeros.
De su lado, Ángel Velasco, un artesano pillareño, recordó que empezó con el oficio de confeccionar las máscaras de diablos hace 43 años, y que ha ido perfeccionando su técnica hasta ser valorada fuera del país.
Incluso comenta que varios de sus diseños se pueden apreciar en los festejos de Oruro desde hace unos diez años, cuando envió hasta esa ciudad boliviana sus máscaras de diablos, adornados con cuernos de cabras o reses y pinturas especiales.
Sus máscaras son elaboradas de forma meticulosa y cada una de ellas, dependiendo el modelo y el tiempo de elaboración, puede llegar a costar entre 60 y 200 dólares.
Artistas, políticos, académicos y muchos extranjeros han llevado sus diseños, que también adornan hogares y museos en el exterior, agregó Velasco con orgullo de su oficio y convencido de que no se trata del diablo, sino de «una tradición antigua que le gusta a la gente».
Con información de EFE
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