¡Toquen trompudos! Es el grito cariñoso con el que se pide a la banda de pueblo que entone canciones como el «chullita» o «edén de maravillas», entre otras tonadas, durante las Fiestas de Quito. Son una pieza esencial en la tradición ecuatoriana, que cada día se reinventa y se niega a desaparecer.
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Es así que el adagio: «Fiesta donde no hay banda, no es fiesta» se mantiene vigente, ya que, sea rico o pobre, al ecuatoriano le gusta escuchar el repertorio de la banda y disfrutar del sonido de trompetas y trombones, entre otros instrumentos de viento. La banda de pueblo acompañando la fiesta en una chiva, es una estampa quiteña que, aunque ahora no es común, sigue en el recuerdo de los quiteños.
No existe un dato oficial de cuántas de estas agrupaciones se mantienen vigentes hasta hoy, pero se calcula que oscilan entre las 220 y 270, de acuerdo a algunas investigaciones, según Estuardo Rivadeneira, director de la Casa de las Bandas (Quito), entidad encargada de la recuperación del patrimonio sonoro en la capital.
Cabe acotar que la banda como tal ha sufrido una evolución en los últimos años, en su lucha por hacerle frente a la tecnología. En los 90, con la llegada del disco móvil, se pensó que las agrupaciones populares habían llegado a su fin. Sin embargo, se reinventaron y se adueñaron de otros espacios. Es así que ahora la banda de pueblo no es solo eso, sino ahora es banda- orquesta, banda- show, la cual puede estar al inicio de un desfile como en la tarima de un evento.
Su origen
La banda de pueblo acompaña las fiestas populares de Ecuador desde finales del siglo XIX. Nacieron como una emulación de las bandas militares. Desde entonces, su aparición se ha instalado dentro de fechas importantes del calendario religioso y festivo.
Se dice que en 1819 la Banda del Batallón Numancia, con bandera española, recorrió varios lugares de Ecuador (Quito, Cuenca y Loja), en su paso hacia Lima, lo que causó admiración de la población. Eso inspiró a que muchos cantores y músicos populares conformaran una banda propia para animar las fiestas de su localidad.
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De ahí que su característica principal es ser de origen familiar; sin embargo, en los últimos años, algunas agrupaciones se han convertido en escuelas y más personas pueden ser parte de estos grupos.
En la actualidad, la banda contemporánea mantiene su sonido característico con trompetas (melódicos) y trombones, como instrumentos base. Pero hay bandas como la de «Farristas Quiteños» del sur de Quito, que mantienen la formación tradicional, con mayor número de instrumentos, además de la «23 de Mayo» de Chillogallo, la banda de Nayón, de Pintag, entre otras.
Daniel Lema, desde hace 45 años, toca la trompeta en orquestas y bandas de pueblo. Dice que su vocación es «hacer bailar a la gente» y esa es su motivación, sobre todo en Fiestas de Quito.
¿Desaparecerán las bandas?
Rivadeneira cree que las bandas de pueblo son iconos de las fiestas de Quito, además de otras fiestas populares. «No morirá nunca, aunque con la llegada del disco móvil a las fiestas, muchos músicos se quejaron, eso marcó un resurgimiento de las bandas y es un patrimonio que va creciendo», indicó.
Es por ello que, desde la década de los 50, el proyecto «Casa de las Bandas» trabaja en la recuperación del patrimonio sonoro y la memoria histórica, representada a través de una banda.
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Es por ello que los instructores, que ahí laboran, trabajan de la mano con las bandas de pueblo de varias puntos del país. En un inicio, solo se admitía como estudiantes a los hijos de las personas que integraban estas agrupaciones. Actualmente, la Casa está abierta para el público en general, que puede formarse como instrumentista de viento, viento- madera, viento-metal. Niños y jóvenes asisten todos los sábados para perfeccionarse.
«Estamos en un proceso de transformación para que las bandas no solo tengan «músicos de oído» sino también adquieran técnica musical para que desempeñen mejor la música ecuatoriana», finalizó Rivadeneira.
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