En este hermoso día les iba a contar que amo a Bad Bunny. Les quería explicar cómo pasé de odiarlo como Francis Rosa, a bailar “Chambea” en las discotecas de Los Ángeles. Pensaba relatarles que hace semanas fui a su concierto en The Forum y bailé “Krippy Kush” mientras quemaba flores. Mi plan era explicarles por qué —fuera de joda— ese chamaco (con su flow y pendejá) está representando a nuestra joya caribeña en todas las esquinas. Iba a relatarles que hasta un judío de unos 40 años me contó que su hija canta las canciones del joven Benito Antonio Martínez Ocasio.
Pero no. No le voy a hacer una oda a Bad Bunny porque me preocupa el tener que entrevistarlo un día y que él sepa todo lo que pienso de él.
Entonces, me puse a pensar. ¿Qué amo más que a Bad Bunny? Sencillo, lo mismo que ama Drake, a mi cama y a mi mamá… y como no les voy a hablar de mi cama, les hablo de mi mamá.
Una de las cosas que pierdes al agarrar tus bártulos y cruzar el charco, es la conexión con la familia. Es el poder celebrar cumpleaños y días importantes como, en este fin de semana, el Día de las Madres. En la maleta se puede echar de todo, menos a tu vieja para poder decirle “Feliz Día de las Madres” y entregarle un regalo para luego escucharla preguntar: «¿Por qué estás gastando dinero en estas cosas?».
En California (estado caluroso que hoy me sirve como casa), las madres se empezaron a celebrar el 10 de marzo, ya que es en esa fecha cuando se festeja el Día de las Madres en México, y de más está recordarles que el estado que una vez fue gobernado por Arnold Schwarzenegger tiene más mexicanos que una novela de Televisa.
Ese día obligué a mi jevito mexicano a ir a la casa de su mamá. Él iba a ir como quiera, pero yo quería que estuviera emocionado. “Tienes que ir a donde tu mamá porque yo no puedo ir a donde la mía”, le dije con la misma actitud que tienen los padres que quieren vivir sueños frustrados a través de sus hijos.
Él se fue a celebrar a su mamá (señora que yo también celebro por criar a ese macho). Yo me quedé pensando en que, mientras más pasan los años, más yo respeto a las mujeres que deciden ser madres, en específico a mi mamá.
Así que, hablemos de mi mamá. Para empezar, esa señora era de las mamás cool cuando yo estaba en el colegio. Joven, coquetona y con todo en su lugar. Iba a los Field Days, bailes del Día de la Puertorriqueñidad y cualquier otra pendejá que se inventara la escuela. En el salón, la lonchera con más comida siempre era la mía, y cuando corrí para ser presidenta de mi clase de sexto grado, y perdí, me escuchó quejarme como por un mes.
Ella no se perdió ni una de mis competencias de esgrima, porque de alguna manera sobrenatural esa mujer lograba dividir su tiempo entre mis compromisos deportivos y las quimioterapia de mi hermano. Me apoyó cuando le dije que me quería ir a Ohio para estudiar, aunque yo sé que por su mente no pasaba lo mismo que salía de su boca… y, aunque casi me mata por renunciar a un trabajo estable, también me dio el empujón cuando le dije que me mudaba a Los Ángeles.
Mi mamá no es una mujer de muchos abrazos y besos (pero nadie en mi familia lo es, excepto mi hermana, ella siempre quiere dar amor). Ella demuestra su cariño con alcahueterías (como, por ejemplo, yo nunca lavé ropa hasta que mudé sola) y consejos que usualmente parecen regaños y terminan con un «escucha, porque no te lo voy a volver a decir».
Mi mamá me enseñó que no se llora por ningún hombre, que a los jefes se les respeta pero no se les rinde pleitesía y que el chisme es una fuente de satisfacción. Me enseñó que si paso mucho tiempo bajo el sol me van a salir manchas en la cara y que una buena pareja es esa con la que puedes formar un equipo (como el que ella formó con mi papá).
Me enseñó a ser independiente y directa (aunque a veces pienso que se le fue la mano). Pero más que nada, mi mamá me enseñó a ser la más fuerte de todas y todos. Me enseñó a aguantar lo que sea, porque si ella pudo enterrar a su primogénito y seguir viviendo, yo puedo enfrentar a un ejercito corriendo contra mí.
Yo me inclino a no tener hijos, y una de las razones es porque estoy segura de que no puedo ser ni el 50 % de mamá que es la mía… porque no estoy dispuesta a sacrificar por nadie todo lo que ella sacrificó por mi hermano, mi hermana y por mí.
Gracias mami, te amo más que a Bad Bunny… y no llores, porque te salen arrugas y somos pobres, aquí no hay dinero para bótox.