La familia del joven ecuatoriano Samuel Chambers, cuyo cuerpo fue encontrado en noviembre decapitado cerca de su vivienda en Guápulo, centro norte de Quito, ha pedido que se esclarezcan las circunstancias de su muerte, que sospechan violenta.
El pasado sábado tuvo lugar su sepelio en el cementerio de El Batán de la capital, al que asistieron numerosos allegados del joven, que tenía 25 años en el momento de su desaparición y muerte, que conmocionó al sector donde residía al aparecer en una quebrada inhóspita en extrañas condiciones físicas.
La última vez que fue visto con vida fue el 28 de octubre, cuando asistió a una celebración de Halloween con unos amigos, y su cadáver fue localizado diez días después por un vecino a unos 200 metros de su casa sin cabeza ni manos, boca abajo, sin ningún órgano en la parte superior del cuerpo y apenas un resquicio de piel en la espalda donde un tatuaje ayudó a la familia en su identificación.
«En este tiempo el cuerpo se deterioró de tal forma que la parte superior no presentaba ni un solo órgano, pero de la cintura para abajo, sus glúteos, piernas y pies se encontraban completos y sin rasguños», explicó a Efe Manuel Jiménez, primo político por vía materna del difunto, que se ha erigido en portavoz de la familia.
Este hecho, subraya su progenitor, Benjamín Chambers, apunta a que el cadáver fue depositado en el lugar, hipótesis que refuerza el que no se encontrara ningún resto capilar de la larga cabellera de su hijo en la zona, que fue peinada palmo a palmo.
Su cabeza nunca se encontró, así como tampoco jirones o restos de su ropa o enseres personales como documentos o un diario personal que escribía ni en el área, ni en su propio domicilio, comentaron hoy sus familiares.
La Policía, a pesar de todas las pericias que ha hecho, no encuentra una causa probable de la muerte que pueda ser atribuida a un hecho violento y los expertos hablan de fallecimiento por causas indeterminadas.
«Pero nosotros queremos recalcar que eso no significa que el final de su vida no haya sido por un hecho de sangre», sostiene el portavoz y consideró improbable que la cabeza -que podría contener la clave de su fallecimiento violento- haya ido a parar a una madriguera de algún animal o ser arrastrada por una tormenta.
Los exámenes toxicológicos descartaron asimismo que el deceso pudiera deberse a una intoxicación o envenenamiento.
«No podemos aceptar que la muerte fue por causa natural», comenta Jiménez y reveló que numerosas personas de su círculo y diverso origen han prestado testimonio en las pesquisas.
Habla de «una masa crítica de allegados, gente cercana y que estuvo en contacto con él», así como de posibles evidencias como capturas de mensajes telefónicos, amenazas vertidas en redes sociales y verbales, o un intento de atropello previo, que podrían arrojar luz sobre el caso.
«Conocemos al menos dos casos cercanos en el tiempo» de muertes violentas en similares o parecidas circunstancias, lo que hace tener a la familia «una duda bastante razonable» de que el caso no se trata de un hecho aislado, sino que podría guardar relación con otros.
Sin intención de «señalar a nadie», sino de agradecer cualquier colaboración ciudadana para conocer los detalles de la muerte, apuntan a que los autores del supuesto crimen podrían ser «bandas organizadas» o «personas que viven al margen de la legalidad».
E incluso que el propio Samuel pudiera conocer a su o sus verdugos y los acogiera «en su propia casa» antes de convertirse en víctima por ser un «testigo incómodo» o «chivo expiatorio de culpas ajenas».
«Se debe pasar a una etapa de investigación intensa», señala el primo al incidir en que la Policía «está sobre un círculo muy pequeño -de uno inicial más grande-» y pedir que «no dejen en el olvido este caso emblemático».
Su padre Bejamín, fotógrafo que actualmente estudia en Nueva York, -la madre reside en Argentina-, dice a Efe que Samuel «era una persona amable, curiosa, extremadamente pacifista, tal vez porque sufrió bullying cuando era pequeño optó por no ser como la gente que lo agredía».
Era un artesano, diseñaba hasta su propia ropa y casa, era una suerte de «ermitaño urbano que eligió vivir en un bosque y llegó a ser respetado por su comunidad», rememora.
«Lo que pido es encontrar la verdad, a partir de ahí se podría hacer justicia. No puede haber otro muchacho que sea sacrificado de esta manera porque esas personas no sean detenidas», concluye.
EFE
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