Dormir una siesta después del almuerzo no es sinónimo de ser vago, sino más bien se podría considerar un hábito saludable.
Así lo afirmó un equipo internacional de neurólogos en un estudio que muestra cómo la falta de sueño puede alterar la capacidad de las células cerebrales para interactuar y comunicarse.
De acuerdo con Infobae, una noche de sueño perdido puede resultar en lapsos mentales temporales que deterioran la memoria y distorsionan las percepciones visuales, según el estudio publicado a principios de noviembre de 2017 en la revista Nature Medicine.
Itzhak Fried, autor principal del estudio y profesor de neurocirugía en la Facultad de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA por sus siglas en inglés) y la Universidad de Tel Aviv, dijo en un comunicado que su equipo descubrió que «matar de hambre del sueño al cuerpo también priva a las neuronas de la capacidad de funcionar correctamente».
En otro reciente estudio, los investigadores de la Universidad de Pensilvania descubrieron que una siesta moderada por la tarde coincidía con mejoras en la capacidad de pensamiento y memoria de las personas y que podrían haber ayudado al cerebro a funcionar como si fuera cinco años más joven. El estudio, publicado por el Journal of the American Geriatrics Society, se centró en 3,000 personas mayores en China y examinó si los que estaban más inclinados a tomar siestas breves se desempeñaban mejor en las pruebas de capacidad mental.
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La siesta vespertina prevalece entre los adultos mayores en China y se considera parte de un estilo de vida saludable. Los científicos descubrieron que las personas que tomaron una siesta después del almuerzo obtuvieron mejores resultados en las pruebas de agilidad mental que las que no durmieron la mitad del día. En general, el 60 por ciento de las personas en el estudio durmieron después del almuerzo, e hicieron una siesta de unos 63 minutos de media. El informe concluyó que una hora era la duración óptima de la siesta y que las personas que tenían descansos más largos o más cortos (o ninguna siesta) tenían hasta seis veces menos puntuación en las pruebas de memoria y matemáticas.
La última investigación encaja con las advertencias a largo plazo sobre los peligros del sueño insuficiente, que según los Institutos Nacionales de Salud puede conducir a «problemas de salud física y mental, lesiones, pérdida de productividad e incluso un mayor riesgo de muerte».
Con los años, el insomnio ha crecido silenciosamente hasta convertirse en un problema generalizado. Un tercio de los adultos estadounidenses regularmente duerme muy poco, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés). Casi la mitad de todos los adultos estadounidenses se quejan de que un sueño deficiente o insuficiente afecta sus actividades diarias al menos una vez a la según, según la Fundación Nacional del Sueño. Además, se calcula que de 50 a 70 millones de estadounidenses padecen trastornos crónicos del sueño, según una encuesta de salud del CDC.
Sin al menos siete u ocho horas de sueño por la noche, los estadounidenses se enfrentan a un duro trabajo durante todo el día y se vuelven más vulnerables a padecer enfermedades. Los científicos han relacionado la deficiencia del sueño con muchos problemas de salud crónicos, que incluyen enfermedades cardíacas y renales, presión arterial alta, diabetes, derrames cerebrales, obesidad y depresión.
Si bien la relación entre la privación del sueño y las consecuencias adversas para la salud no se entienden completamente, según Alapat, mucho tiene que ver con negarle al cuerpo el resto que necesita para sanar y refrescar las neuronas del cerebro, así como luchar contra las sustancias malignas. «Hay toxinas que se acumulan esencialmente en el cerebro y que deben ser eliminadas con el sueño para evitar amenazas a largo plazo al sistema inmune y a las funciones cardiovasculares», apostilla el experto.