La ruptura en dos del movimiento oficialista de Ecuador, Alianza País (AP), genera el temor de un choque de trenes entre los líderes de ambos bandos: el presidente del país, Lenín Moreno, y su antecesor Rafael Correa.
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Moreno, que anoche fue destituido como presidente de AP por un grupo de dirigentes contrarios a él, recibió el respaldo del jefe de la Asamblea Nacional (Parlamento), José Serrano, quien coincidió en calificar de «espuria» la medida contra el gobernante.
La vicepresidenta en funciones, María Alejandra Vicuña, tildó de la misma manera la decisión de la directiva nacional de AP poco después de anunciada, en una rueda de prensa en la que apareció con varios ministros y colaboradores del Gobierno de Moreno.
Pero ha sido el anuncio de que Correa -quien reside en Bélgica desde mayo pasado cuando entregó el poder a Moreno- volverá al país para recomponer al movimiento, lo que ha generado una gran expectativa entre los oficialistas.
Hasta ahora, el enfrentamiento verbal entre Moreno y Correa, desatado desde la trasmisión de mando, se había situado en medios y en redes sociales, pero se prevé que la eventual llegada al país del antecesor precipite las diferencias del oficialismo en las calles.
En el bando correísta incluso han surgido voces que alientan protestas contra el Gobierno de Moreno, sobre todo contra una consulta popular que impulsa para, entre otras cosas, impedir la reelección presidencial, asunto que Correa considera que está dedicado a él.
El propio Correa, en su cuenta de Twitter, escribió que volvería y que seguramente estará en la próxima Convención de Alianza País, donde se elegirán, previsiblemente, a las nuevas autoridades del movimiento, del cual es su presidente vitalicio.
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«¿Quieren Convención? perfecto Ahí estaremos», recalcó Correa que, sobre todo, ha reprochado a Moreno su negativa a enaltecer su gestión, la que, según dice, ha recibido elogios internacionales.
«¡Por fin reacciona la Dirección Nacional de AP, atendiendo el clamor de la militancia, y en estricto apego al Estatuto! Todo mi apoyo al nuevo presidente de AP, Ricardo Patiño», señaló Correa en un espaldarazo a quien se desempeñó como su ministro de Exteriores.
Y justamente la actual canciller ecuatoriana, María Fernanda Espinosa, una de las fundadoras de AP, se lamentó de la actuación de ciertos altos dirigentes del movimiento, sobre todo porque las rencillas no se han ventilado al interior de la tienda.
Espinosa, en una declaración a la prensa, aceptó que en AP «hay diferencia de opiniones», pero dijo que la destitución de Moreno puede ser «una actuación producto de la desesperación» de la facción correísta.
Además, la canciller observó la supuesta «violación» de estatutos y una actitud «antidemocrática» del grupo de dirigentes nacionales que han fallado contra Moreno.
Ella, en nombre de las bases de AP, expresó el «respaldo irrestricto al presidente Moreno» ante un «procedimiento irregular» en su contra.
También para Serrano, el jefe de la Asamblea Nacional, Lenín Moreno seguirá siendo el presidente de AP, pese a la decisión de la directiva nacional del movimiento.
Detrás del conflicto interno en el oficialismo está también la situación que afronta el vicepresidente Jorge Glas, en prisión preventiva por su vinculación en una investigación por asociación ilícita relacionada con el escándalo de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht.
Glas, que defiende su inocencia, también ha mantenido una posición crítica contra Moreno y se ha alineado con Correa, del que fue también su vicepresidente.
Moreno, en agosto pasado, retiró todas las funciones a Glas y luego encargó a Vicuña la Vicepresidencia de forma temporal, aunque en el grupo «leninista» de AP se han escuchado voces que piden que el segundo mandatario «dé un paso al costado».
Glas, por contra, ha dicho que no dimitirá, pese a que considera que ya no forma parte del Gobierno de Moreno, con quien llegó al poder tras ganar ambos, en fórmula electoral, los comicios presidenciales del pasado 2 de abril. EFE
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