A 270 kilómetros de Quito, en lo más profundo de la Amazonía ecuatoriana, el Parque Nacional Yasuní acuna una de las mayores reservas de especies de todo el planeta, una parte de cuya biodiversidad sale hoy a la luz en un nuevo libro fruto de dos décadas de investigaciones.
Ubicada en la región oriental del país, con severas restricciones de acceso para proteger este exclusivo entorno, el Yasuní es hogar de un millón de especies, según los expertos.
«El 80 % de las especies del Parque todavía no tienen ni nombre científico (…) y aún hay mucho por hacer», aseguró a Efe Kelly Swing, director de la Estación de Biodiversidad Tiputini (EBT), que comenzó sus trabajos a mediados de la década del 90.
Coautor del libro «Los secretos del Yasuní», que se presentará hoy, recuerda que en el mundo hay alrededor de nueve millones de especies, es decir que el Parque alberga a «casi el 10 % de todas las especies del planeta».
Con esa publicación, en la que se compilan investigaciones de 30 biólogos de todo el mundo, los expertos quieren llevar a la sociedad, en especial a los más jóvenes, los datos más emblemáticos de la riqueza de la Amazonía ecuatoriana.
David Romo, codirector con Swing de la EBT, dependiente de la Universidad San Francisco de Quito, indicó a Efe que uno de los grandes problemas con el que se encuentran es que el conocimiento científico tarda «demasiado» en llegar a la gente.
Por ello, la publicación de 345 páginas, con textos, fotos y mapas, se ha hecho «con un lenguaje muy suave», pero sin sacrificar la calidad de la información.
El Parque Yasuní está dentro de la reserva da la biosfera Yasuní, declarada como tal en 1980 por la Unesco, y es allí donde el EBT distribuirá su texto en colegios, de forma que indígenas kichwa, waorani, shuar y colonos puedan conocer más sobre su riqueza.
Con una inversión de 12.000 dólares de la Cooperación alemana (GIZ) y 3.000 de la Universidad, el libro -editado en conjunto con el Ministerio de Ambiente- se repartirá también gratuitamente entre las comunidades locales para apoyar el turismo comunitario y reforzar científicamente los conocimientos ancestrales de esa zona.
«Este es tal vez su aporte más grande, porque estamos desvelando los secretos del Yasuní a la gente que vive en el Yasuní», subraya.
En uno de los proyectos del EBT, los investigadores siguieron a través de cámaras las actividades de monos, osos hormigueros, ocelotes, jaguares, tapires y pumas, así como de otros muchos animales de un Parque que se extiende por un millón de hectáreas.
«Gracias a las cámaras podemos extrapolar información que nos permitiría aseverar que somos el país con la mayor concentración de jaguares por kilómetro cuadrado», explicó.
El libro refleja asimismo el resultado del seguimiento hecho a plantas, murciélagos, chinches saltarines, felinos del Yasuní, aves, insectos, tortugas, anfibios y reptiles, así como las observaciones preliminares sobre la ictiofauna amazónica de Ecuador.
Una vida reflejada con fotografías y mapas a todo color, y acompañada de un análisis sobre los retos para su conservación.
Autor de esa sección, Romo asegura que el manejo del petróleo es uno de los «problemas» que afronta el Yasuní.
«Tenemos la oportunidad o la responsabilidad, dependiendo de cómo veamos la situación, de salvaguardar la décima parte de todas las especies del planeta», advierte Swing.
El investigador destaca que ni siquiera se conocen aún todas las «bondades» que estas especies podrían tener «para los humanos», porque, «se ha operado en una nube de ignorancia».
«Mientras estamos agarrando cosas, obviamente valiosas, estamos dañando otras cosas y eso significa que estamos perdiendo muchas oportunidades para el futuro», argumenta al poner como ejemplo las plantas medicinales tradicionales de los indígenas.
Swing recuerda que más del 60 % de todos los fármacos usados en el mundo tienen sus orígenes en plantas y que en el Yasuní hay «miles de especies de plantas» de las que se han estudiado sólo 2 % con fines terapéuticos.
Catalogar todas las especies del Parque es ahora el gran reto científico para tener algún día una idea de cuántas de ellas pueden servir como fuente de nuevos productos e ingresos para el país.
Una realidad para la que se necesitarían «miles de científicos» y que, a juicio de Swing, acabaría reflejando la verdadera «riqueza de la biodiversidad».
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