El 22 de diciembre pasado, el entonces presidente electo de EEUU Donald J. Trump tuiteó: “Los Estados Unidos deberían fortalecer y expandir en gran medida su capacidad nuclear hasta que el mundo vuelva a sus cabales”.
El mismo día, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo en una reunión en el Ministerio de Defensa que “Rusia debería fortalecer su potencial nuclear militar y desarrollar misiles que capaces de penetrar cualquier sistema de defensa”.
La retórica utilizada por ambos mandatarios recuerda a la usada durante la Guerra Fría. Durante la segunda mitad del siglo XX, el temor a un desastre nuclear por ataques mutuos entre Estados Unidos y la Unión Soviética era latente. Los sistemas de misiles balísticos intercontinentales de ambos países apuntaban hacia objetivos del enemigo en todo momento.
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Incluso después de finalizada la Guerra Fría, este peligro se mantuvo. Mientras la nueva Federación Rusa manejaba lo mejor que podía el desmantelamiento militar de la Unión Soviética, el desarrollo nuclear de Estados Unidos se estancó. Esto, como parte de los acuerdos militares firmados desde 1991. Los Tratados de Reducción de Armas Estratégicas supusieron que ambas potencias terminaran con la carrera nuclear.
El peligro, entonces, estaba (y siempre estuvo) en los errores técnicos, en los descuidos humanos y en el estado y en la mantención de los sistemas nucleares de ambos lados, que están prácticamente obsoletos.
Como relata Eric Schlosser en su libro “Command and Control: Nuclear Weapons, the Damascus Accident and the Illusion of Safety”, fueron decenas de bombas nucleares desarmadas las que cayeron de aviones, se perdieron en accidentes aéreos y durante traslados sin medidas de seguridad.
La tesis del libro es que los sistemas de seguridad diseñados para controlar las armas nucleares son inherentemente defectuosos. Esto, porque están manejados por humanos. Y si bien el riesgo de una guerra nuclear por accidente es más bajo que hace 30 años, la retórica usada no solo por los presidentes de EEUU y Rusia sino que también por la clase política en general, está haciendo que crezca. Sobre todo después de la intervención rusa a las elecciones presidenciales del año pasado.
A fines de enero, el llamado “Reloj del fin del mundo”, una forma simbólica que tiene un panel de 15 premios Nobel para decir a cuánto está la humanidad del apocalipsis (la medianoche), se adelantó hasta los 2 minutos y medio.
Nunca se había estado tan cerca de la destrucción desde 1953, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética probaron con éxito sus primeras armas termonucleares.
“Putin y Trump pueden elegir comportarse como hombres de Estado o como niños petulantes”, dijo el panel en un comunicado.
La estrategia de la Destrucción Mutua Asegurada
Ha sido la política de la “persuasión nuclear”, planteada por un cientista político de la Universidad de Yale a fines de los años cuarenta, la que ha llevado la política estadounidense.
Esto ha hecho que los misiles “Minuteman III”, reliquias de la Guerra Fría ubicadas en sendos silos en los estados de Colorado, Nebraska, Montana, Wyoming y Dakota del Norte estén permanentemente apuntando a objetivos rusos.
Todo, basado en el temor a un ataque nuclear sorpresa y la necesidad de una respuesta inminente que dominó la estrategia durante la Guerra Fría: la Destrucción Mutua Asegurada.
Y a pesar de que los tratados de desarme prohibieron los misiles balísticos intercontinentales, esto no se ha cumplido. Son 440 los misiles “Minuteman III” los que Estados Unidos tiene operativos.
El peligro de la masificación nuclear
“Desde que Estados Unidos y Rusia tienen un sistema de defensa antimisiles de largo alcance muy limitado, lo que es inadecuado para defenderse de los arsenales de misiles nucleares balísticos de uno y otro país, ambos continúan con la estrategia disuasiva basada en la Destrucción Mutua Asegurada”.
Así lo explica Patrick O’Reilly, ex director de la Agencia de Defensa de Misiles de Estados Unidos entre 2008 y 2012.
Para O’Reilly, de todas formas, el peligro de una guerra nuclear por accidente viene de otros terceros países que han intentado o están manipulando armas nucleares. Es el caso de Corea del Norte y de Irán.
“Cuando ocurren accidentes, son rigurosamente investigados por Estados Unidos, la Otan o Rusia, para asegurarse de que no vuelvan a repetirse. La mayor preocupación ahora es la proliferación de armas nucleares, como en Corea del Norte, y no saber cuáles son las medidas de seguridad que usan, si es que aplican alguna, para prevenir accidentes”, dice O’Reilly.