El auge de la cerveza artesanal en Tailandia choca con una arcaica ley que protege los intereses de las grandes compañías y ha obligado a muchos artesanos a cruzar las fronteras para fermentar sus bebidas de manera legal.
La monotonía de Koh Kret, una isla artificial en la provincia de Nonthaburi, al norte de Bangkok, se ve alterada los fines de semana cuando maestros cerveceros de todo el país se reúnen para compartir su última creación en un pequeño local considerado «la Meca de la cerveza artesanal» en Tailandia.
«He tenido tres veces problemas con la Policía. Tres veces han intentado cerrar el local. Las tres les pregunté a los oficiales, ¿las leyes son justas? No sé cuánto tiempo nos quedará, pero sé que tarde o temprano llegará el cambio a Tailandia», señala a Efe Wichit Siklao, considerado el decano de la cerveza artesanal en el país.
Elaborar cerveza para uso privado o comercial es ilegal conforme al Artículo de Licores de 1950 que establece multas de entre 500 y 5.000 bat (entre 14 dólares o 13 euros y 140 dólares y 130 euros) o hasta seis meses de prisión para los infractores.
Sin embargo, la ley permite aplicar a una licencia especial a las compañías con un capital superior a los 10 millones de Bat (280.000 dólares o 265.000 euros) y una producción de 10 millones de litros anuales.
«En Tailandia solo hay 3 compañías de cervezas para un total de 60 millones de personas (…) El poder de estas empresas reside en los fuertes vínculos que mantiene con las autoridades», apunta Wichit, un antiguo coronel del Ejército que descubrió en EEUU en los 90 el movimiento de la cerveza artesanal y comenzó a producir su propia bebida en 2011.
El pasado lunes, los medios locales se hacían eco de unas informaciones que unen a un alto cargo policial con una de las cerveceras más grandes del país a cambio de un pago mensual de 50.000 bat (1.405 dólares o 1.320 euros) como concepto de asesor.
Wichit, dueño del lugar de reunión, afirma que él pretende luchar desde Tailandia y no tiene miedo a ir a prisión porque el movimiento iniciado es imparable.
«Hace cinco años nadie sabía cómo producir cerveza artesanal en Tailandia, ahora hay cerca de un centenar de compañías que se dedican a ello», precisa el artesano.
Para ampliar y amplificar el cambio, el cervecero decidió hace unos años enseñar a nuevos aficionados en una pequeña academia anexa al local donde, según datos del maestro, ha aleccionado a cerca de un millar de personas.
«El éxito del local (de Koh Kret) reside en que nunca sabes que cerveza vas a probar. El menú siempre cambia según el productor qué venga o sus últimos experimentos (…) La cerveza artesanal es arte, tú diseñas tu propia cerveza», dice Wichit.
Al menos media decena de artesanos han optado por asentar su producción en países limítrofes como Camboya o Laos, o en Vietnam, Taiwan o Australia, y así exportar su cerveza a Tailandia de manera legal para evitar problemas con las autoridades.
«Mi idea es hacer una cerveza de calidad cada vez más barata y con más variedades para acceder a más consumidores. Cuanto más gente conozca la cerveza artesanal y los problemas en la legislación, más rápido llegará el cambio», indica a Efe Panithan Tongsiri, fundador de la compañía «StoneHead».
Panithan, discípulo de Wichit, estableció su compañía hace dos años en la ciudad camboyana de Koh Rong para esquivar la «injusta ley» con una cerveza cuyo lema es «el sabor de la libertad».
Ambos maestros, nos obstante, declaran que ven complicado un cambio legislativo en un futuro cercano.
Al contrario que las bebidas destiladas de alta graduación alcohólica, el proceso de fermentación que se utiliza para la fabricación de la cerveza produce pequeñas cantidades de metanol que no suponen un riesgo para el consumo humano.
Sin embargo, al ser bebidas de fabricación ilegal no se efectúa un análisis sanitario por las autoridades competentes.
Entre los proyectos futuros de Wichit se halla la construcción de una cervecera que funcionará a modo de cooperativa junto a otros 20-30 artesanos y donde cualquier productor podrá fabricar su cerveza para alcanzar los requisitos legales y obtener una licencia.
«El cambio en la industria de la cerveza es solo un ejemplo. Las cosas no cambian de un día para otro, hay que trabajar con perspectiva de futuro. Hay que garantizar que todo el mundo tenga las mismas oportunidades. La cerveza es un símbolo, un cambio que puede extrapolarse a todo el modelo económico», sentencia Wichit.
Fuente: EFE