Uno de los problemas a los que se enfrentan las aves marinas es la ingesta de plásticos que flotan en el mar, que se debe a que esos residuos emiten un compuesto sulfuroso cuyo olor señala a esos pájaros dónde encontrar alimento.
Un estudio de la Universidad de California (EEUU) publicado hoy, 9 de noviembre del 2016, por Science Advance señala que esa pista olfativa engaña a las aves que confunden los plásticos que llegan al océano con comida real.
El texto ayuda a explicar por qué la ingestión de plásticos es más prevalente entre algunas especies de aves, en especial aquellas que tienen pico de tubo, como petreles o albatros, cuyo fino sentido del olfato les sirve para cazar.
El autor principal del estudio, Matthew Savoca, indicó, en un comunicado de la Universidad, que por norma general los animales tiene una razón cuando deciden algo y si realmente se quería entender por qué comen plástico había que pensar cómo encuentran comida.
El estudio pude abrir la puerta a nuevas estrategias que permitan tratar el problema de la presencia de plásticos en el océano que representa un peligro no solo para los pájaros, sino también para peces, tortugas y otras especies de vida marina.
Para saber cómo huelen exactamente los plásticos que acaban en el mar, los científicos colocaron en dos lugares de la costa californiana bolsas de malla con los tres tipos más comunes de plásticos que acaban como desecho en el agua: el polietileno tanto de alta como de baja densidad y el polipropileno.
Las bolsas permanecieron tres semanas atadas a una boya, tras lo que los plásticos fueron analizados para identificar los olores que despedían.
Los expertos confirmaron que «apestaban» a un compuesto de sulfuro, el dimetil sulfuro, una señal química que liberan las algas que, con el tiempo, cubren los plásticos flotantes.
La profesora y coautora del estudio Gabrielle Nevitt ya había establecido que el dimetil sulfuro es un olor que activa los picos tubulares de las aves marinas para alimentarse.
Ese compuesto químico se libera cuando las algas son consumidas por animales como el kril, uno de los alimentos favoritos de las aves marinas, por lo que, si bien el alga no huele como alimento, sí lo hace a comida que se come. Sería como «la versión para pájaros de la campana que anuncia la cena», según la Universidad.
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