Estilo de Vida

El dinero solo compra una parte de la felicidad

Maslow organizó estas prioridades de mayor a menor en lo que se conoce en el argot económico como la Pirámide de Maslow, y analizó la felicidad

En 1943, el psicólogo humanista Abraham Maslow publicó un libro que tituló Teoría de la motivación humana. Allí aseguraba que nuestras acciones nacen de las motivaciones humanas por cubrir ciertas necesidades, desde comer, dormir y tener sexo, hasta la necesidad de seguridad física, amistad o afecto.

Maslow organizó estas prioridades de mayor a menor en lo que se conoce en el argot económico como la Pirámide de Maslow, una teoría que defiende que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los humanos desarrollamos necesidades y deseos más “elevados”.

Esta teoría ha calado por décadas, tanto en la psicología como en la economía, y fue la base con la que el Foro Económico Mundial y el portal económico Visual Capitalist intentaron poner en duda una certeza profundamente arraigada en lo popular:

¿El dinero compra la felicidad?

Para entender esta cuestión, el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) propone un ejercicio: si pensamos en una persona como Elon Musk, un multimillonario, y una persona como Pedro Pérez, un trabajador promedio, ¿quién cree que es más feliz si su riqueza se duplicara de la noche a la mañana?

La cuenta bancaria de Musk explotaría, pero su vida no cambiaría mucho. En cambio, Pérez podría salir de deudas y acceder a lujos que antes estaban fuera de su alcance. Los datos que recogieron en una educativa infografía cuentan una historia similar.

El equipo de Visual Capitalist realizó una infografía que compara el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de cada país, según el Banco Mundial, con el Informe Mundial de Felicidad 2017 (que midió los índices de felicidad de 150 países de los 190 que hay en el mundo).

Según los números, el dinero sí compra la felicidad, especialmente en los países en desarrollo.

“Sin embargo, mientras el PIB aumenta, el resultado tiende a variar, y en ciertas regiones y países se vuelve atípico”, dicen los autores.

Ccuando la información se mira con los ojos de Maslow, la tendencia de los habitantes de países más ricos a estar más tristes se vuelve comprensible.

Según el WEF, esto significa que a medida que la riqueza del habitante de país aumenta de US$10.000 a US$20.000, es probable que suba la escala de felicidad y que ese habitante se declare “satisfecho”.

Aquí es donde la discusión sobre felicidad se pone interesante. Si esta suma sube de US$30.000 a US$60.000, la relación tiende a ser variable.

¿Por qué?

Porque entre más arriba esté este habitante en la pirámide de Maslow, más deseos tendrá, cada vez más complejos de satisfacer.

Países tan disímiles económicamente como Brasil y Guatemala se declararon felices. Costa Rica, con un PBI per cápita de USD$15.400 y una calificación de 7.14 en la escala Cantril Ladder (que es una medida de felicidad similar a una escalera, del 1 al 10, muy usada por firmas encuestadoras como Gallup), es uno de los países más felices del mundo.

Costa Rica tiene índices de felicidad más altos que los de EE. UU., Bélgica o Alemania, países con niveles de riqueza mucho más altos.

Luxemburgo es todo lo contrario: es el segundo país más rico del mundo (con un ingreso por habitante de US$107.736) y es el segundo país más infeliz del mundo después de atar, un pequeño país de la península arábiga que posee la tercera mayor reserva mundial de gas natural (con un ingreso promedio de US$127.000 por persona), lo que lo ha convertido en el más rico del mundo y a la vez el más insatisfecho.

Si Maslow viviera, probablemente concluiría que el dinero no compra la felicidad ni la infelicidad. Compra el deseo.

El Espectador

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