En la India más profunda la búsqueda de un buen yerno requiere de dotes prohibitivas, lo que unido a la falta de educación y la creencia de que el matrimonio es indisoluble hacen que el «pakarua vivah», o el rapto de hombres para casarlos, perviva en el siglo XXI.
Hace dos meses Vinod Kumar, un ingeniero de 29 años, regresó a Bihar (norte) para la boda de un amigo desde el vecino estado de Jharkhand.
Un conocido le pidió que se encontrara con él porque tenía que presentarle a gente influyente que le ayudaría en su profesión.
Kumar y Yadav se reunieron y tras horas de espera sin que nadie apareciera, el joven decidió marcharse, así que Yadav se ofreció a llevarlo en su coche con la condición de hacer antes una parada en su casa.
Al llegar «aparecieron de repente entre ocho y diez personas. Me golpearon e incluso me asustaron con una pistola. Entonces me obligaron a casarme», explicó a Efe Kumar.
A la mañana siguiente, tras pasar la noche encerrado en una habitación, intentaron convencerle de que no tenía nada que hacer, que debía volver a casa y llevarse con él a la novia, pero se negó.
«Ella es como un búfalo para mí. Si traes un búfalo y me obligas a casarme con él, me negaré a aceptarlo», dijo.
Kumar logró alertar a su hermano, quien fue a denunciar la situación a la Policía, pero, según el relato del joven, los agentes le aconsejaron que aceptara su destino.
Sin embargo, la publicación de un vídeo en el que supuestamente se muestra la boda -prueba fundamental para dar validez a la unión- en el que el joven aparece entre lágrimas y ruegos junto a la novia saltó a los medios de comunicación obligando a las fuerzas de seguridad a actuar y liberar al chico.
El agente Diwakar Kumar, a cargo de la comisaría a la que acudió la familia del joven, aseguró a Efe que es el primer caso de estas características en su jurisdicción en los 9 años que lleva en el cargo y que Surender Yadav, el principal acusado, «ha huido».
La falta de datos reales es la principal dificultad para saber el tamaño del problema que representa el «pakarua vivah».
Según el Buró Nacional de Registro de Crímenes, en 2016 se produjeron en toda la India 33.855 secuestros relacionados con el matrimonio, aunque de ellos, solo 59 eran varones, cifras similares a las de 2015.
Sin embargo, una fuente policial anónima de Bihar, indicó a la agencia local IANS que solo en ese estado se produjeron 3.405 casos de este delito en 2017, frente a los 3.070 de 2016 o los 3.000 de 2015.
«Se trata de casos realmente raros, que solían ser frecuentes hace dos décadas, pero no ahora», declaró a Efe el director general de la Policía de Bihar, P.K. Thakur, al subrayar que los jóvenes ahora tienen más formación y no aceptan esos enlaces forzosos.
El profesor R.N. Sharma, jefe del Departamento de Sociología de la Universidad de Patna, capital de Bihar, explicó a Efe que el «pakarua vivah» es la conjunción de pobreza, dote y una sociedad atrasada donde la soltería de una chica «es casi un pecado».
«El padre tiene que casar a su hija a toda costa. Y luego están las altas sumas de la dote, que no pueden ser pagadas, así que el padre debe encontrar una solución y es entonces cuando suceden este tipo de secuestros matrimoniales», aseguró Sharma.
«Una vez que se ha celebrado el matrimonio, éste no puede ser roto, no es posible el divorcio (…) así que secuestran al chico, lo llevan a un templo, lo casan y toman fotografías, algo que no puede ser refutado», subrayó.
Hay quienes no han podido dar marcha atrás y siguen penando por ello.
Omkar Bhushan, un granjero de Bihar de 40 años fue secuestrado en 1994. Le encerraron en una casa hasta que aceptó casarse porque, según explicó a Efe, era hijo único y su familia tenía «muchas propiedades».
Su padre en un principio denunció el secuestro pero luego llegó a un acuerdo con la familia de la novia y retiró la denuncia.
«Han pasado 24 años, seguimos casados y vivimos juntos», aseveró Bhushan, que tiene tres hijos, la mayor de ellos en la universidad.
Eso sí, su padre lo desheredó y rompió todo vínculo con él.
«Todo esto aún me afecta», dijo Bhushan. EFE