Saber cómo le fue a tu hijo en el colegio o en su día puede parecer una tarea difícil. Ante esto, el portal Guía Infantil reveló un sencillo método para averiguarlo: La rosa y la espina.
De acuerdo al portal, una psicóloga recomendó el método se puede aplicar de forma rutinaria.
¿Cómo aplicarlo?
A la hora de irse a la cama, en ese momento en el que el niño está tranquilo y nosotros aprovechamos para leer el cuento que le gusta o decirle unas palabras cariñosas antes de dormir, podemos estirar un poco más el tiempo y mientras le arropamos, preguntarle:
– ¿Cuál es la rosa y la espina de hoy?
La rosa es ese momento que más le gustó, le divirtió o le hizo sentir bien; la espina se refiere a ese acontecimiento triste, doloroso, incómodo o simplemente algo que le incomodó a lo largo del día.
Quizás al principio sólo cuenten pequeñas cosas que a ti te parecen insignificantes, por ejemplo, la rosa puede ser que hizo un camino para las hormigas en el parque con su amigo, y la espina que su amigo las pisó. Pueden parecer pequeñas historias pero para nuestros hijos es su día a día, son grandes acontecimientos y todas ellas esconden lo que les hizo feliz y lo que les hizo triste.
Si preguntamos por la rosa y la espina todas las noches antes de que el niño se duerma iremos conociendo, poco a poco, esas cosas que no cuenta cuando nos ponemos a hacerle un tercer grado: «qué has hecho en clase», «te han castigado por hablar», «has jugado con Manolito», «te has comido todo en el comedor»… Todas estas son preguntas tipo que hacemos habitualmente y con las que obtendremos las respuestas que nosotros queremos, pero quizás no las que responden de verdad a cómo se siente el niño en el colegio y a qué da él importancia.
Podemos incluso hacerles partícipes de nuestra rosa y espina de hoy para hacerles sentir cómodos hablando y que ellos también entiendan cómo nos sentimos nosotros
Lo que no debes hacer cuando pongas en práctica el método:
- Presionarle: intentar obtener una respuesta sí o sí a toda costa, aunque esté cansado y esa noche no quiera hablar.
- Dirigirle en las respuestas: en ocasione acaban respondiendo lo que queremos oír.
- No dejarle hablar: los niños pueden tardar en explicar lo que quieren, debemos tener paciencia y dejar que hablen, aunque se atasquen, y no terminar sus frases.
- No mostrar interés: puede que el niño divague al hablar o que cuente cosas que no encuentras muy interesantes, pero lo son tanto como ese mal momento que has pasado en el trabajo o con tu pareja y que no paras de contar a todo el mundo.
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