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«Las evidencias demuestran que la flora intestinal, al regular el equilibrio energético, juega un papel fundamental en nuestra habilidad para adaptarnos a las condiciones ambientales. Por tanto, actuar directamente sobre la flora podría ser una prometedora opción para prevenir la obesidad y sus trastornos metabólicos asociados», explica el doctor Mirko Trajkovski, autor principal del estudio, según reporta RPP.Noticias en su versión digital.
Para la conclusión de esta estudio los investigadores observaron los posibles cambios en la flora intestinal de ratones expuestos a bajas temperaturas durante más de 10 días. Esta circunstancia evitó que los animales subieran de peso. Luego, los estudiosos trasplantaron los intestinos de esos roedores a otros que habían sido criados en ambientes libres de gérmenes (sin flora intestinal).
Los autores vieron que la flora intestinal trasplantada mejoró el metabolismo de la glucosa y la tolerancia al frío de estos ratones. Además ayudó a la formación de grasa beige o buena que impulsa la pérdida de peso.
«Los resultados muestran que la flora intestinal regula directamente el equilibrio energético en respuesta a los cambios ambientales», señaló Trajkovski. Concretamente, ante una exposición prolongada al frío, la flora intestinal provoca que el intestino se alargue aún más, por lo que se aumenta la superficie de absorción de los nutrientes.
El estudio además identificó que el beneficio no es permanente. «El hallazgo constata que la flora intestinal aporta a los mamíferos más energía de la comida como respuesta adaptativa al incremento de la demanda de energía que se da durante la exposición prolongada al frío. Una respuesta que nos ayuda a combatir la hipotermia», explica Trajkovski. Pero, se comprobó que el beneficio no era permanente pues vieron que el peso corporal empezó a estabilizarse después de unas tres semanas de iniciado el sometimiento de los ratones a ambientes fríos.
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