La tiranía de la delgadez no tiene la misma «mano dura» para las mujeres anónimas como para las famosas, cuyas dietas han sobrepasado los límites de la imaginación.
Porque el cuerpo de estas, en últimas, pertenece a una audiencia que no les perdona si engordan, si tienen arrugas, si se cortan el pelo o si definitivamente deciden tirar todo por la borda y ser ellas mismas.
De ahí que la figura de las famosas deba ser inmutable y perfecta. Aún con embarazos. Las historias de las modelos de Victoria’s Secret que desfilan meses e incluso semanas después de dar a luz, hacen que los estándares corporales sean infernales para muchas estrellas.
Y si tener hijos es casi un lujo, verse perfecta en las alfombras rojas es un mandato, sobre todo cuando hubo un papel exigente de por medio. Y qué novedad, para esto también hay dieta: una en la que no se pueden comer ni carnes, ni lácteos, ni pescados.
Pero hay otras mucho peores: o afectan la salud de una manera aterradora, o el bolsillo en igual forma. Eso le pasó a Rebecca Harrington, de «The Cut», quien prácticamente se arruinó el primer día tratando de comprar las cosas orgánicas que recomienda Gwyneth Paltrow en «Goop» (blog que entre otras cosas, ha sido criticado por dar consejos alejados de la realidad de miles de lectores). «Jamás había gastado tanto dinero en toda una semana», afirmó.
Pero Paltrow también ha hecho populares varias dietas en «Goop», aparte de sus esnobistas consejos: popularizó el kale (col rizada) a través de la ingesta diaria de estos zumos, al que le añade agave. También puso de moda beber agua de coco.
Algo que dice mucho de lo que consume la actriz todos los días (y de lo que se han hecho burlas y críticas). Fracasó en su reto de vivir con 27 euros al día para visibilizar el problema del hambre en el mundo: todo lo que compró alcanzaba para solo ingerir mil calorías diarias, cuando se necesitan por lo menos dos mil 400 para sobrevivir. Esta locura se la llegaron a criticar en el blog alimentario «The Frisky», donde demostraron que se podía vivir perfectamente con ese mismo dinero si se compraban cosas que se salían, claro, de sus rígidos estándares.
Como leche. O pollo, en vez de una cara lechuga romana.
Pero Gwyneth sola no tiene toda la culpa: dietas de estrellas aún más extremas son objeto de rumores. Jennifer Aniston comiendo compota de bebé, Elizabeth Hurley solo tomando seis raciones de sopa de vegetales, Megan Fox tomando vinagre de manzana, Christina Aguilera separando alimentos por colores o Adriana Lima y Rosie Hungtington-Whiteley tomando licuados de proteína en días de desfiles.
Cosas que han hecho por años las delicias de las listas de «dietas relámpago de las famosas que te podrían servir».
Porque se asume que lo que le funciona a Madonna con su dieta macrobiótica le funciona a cualquier persona. O que la dieta cetogénica (cuya variante es la cuestionada dieta Atkins), en la que se consumen proteínas y grasas y que le sirvió a Kim Kardashian, también hará que ustedes se vean igual.
Entonces tomar agua con limón por las mañanas, no comer por la noche, engañar al estómago con sopas y usar vinagre para aderezar son fórmulas mágicas que de mano de Heidi Klum o Miranda Kerr tienen absoluta garantía. ¿Por qué nunca lo intentamos antes?
«Lo peor no es solo ver que esas dietas sean tan difundidas irresponsablemente por los medios, es ver cómo mucha gente se mete en la cabeza que pueden funcionar», afirma Maricarmen Océs, nutrióloga de Splenda. “Ninguna de esas dietas tiene un sustento nutriológico-científico. Las recomendaciones nutricionales son individuales, pero lo que se ve aquí es el gran deseo que tienen la mayoría de mujeres de alcanzar la belleza estereotípica. Toda dieta cambia la forma de comer de una persona y por ende cambia su salud. Hay mucho peligro en estas creencias”, afirma.
Lo peor no es eso: las estrellas invierten miles de dólares en cada parte de su cuerpo para tener una apariencia que algunos de ustedes jamás podrán costearse. Y una dieta tan extrema definitivamente causa el efecto contrario: «Si se repiten estas dietas», afirma la nutrióloga Stephanie Chalmers, de la Universidad del Pacífico, en Chile, «se van a imponer cambios drásticos en la tensión de la piel, lo que acompañado de una limitada cuota de elementos nutritivos para la reparación, y de proteínas para mantener una masa muscular conveniente, puede determinar la generación de un envejecimiento prematuro, y una indeseada apariencia delgada, pero poco saludable. Asimismo, puedes perder el cabello, tener alteraciones visuales, pérdida de la masa ósea y muscular, se altera la producción hormonal y se altera la fertilidad. Estos son otros de los riesgos asociados a las dietas extremas».
Así que para lucir como Bella Hadid, que impactó en Cannes con su sensual vestido rojo, hay varias opciones: 1) Haber nacido como Bella Hadid 2) Haber nacido con el mismo dinero de la familia de Bella Hadid (aunque las cirugías jamás pueden reemplazar hábitos sanos de vida) 3) Tener un régimen alimenticio y deportivo durante toda una vida que puede que no les de el cuerpo de una millonaria y delgadísima joven de 19 años, pero que les hará sentirse mejor con ustedes mismos y de paso, verse mejor sin tener que obsesionarse peor que Natalie Portman en «Black Swan».
Y no, la faja que aprieta las carnes y comprime sus costillas, así como en la época de sus tatarabuelas, no cuenta.
«Si una dieta está bien diseñada», afirma la especialista Chalmers, «se puede mantener el peso. Pero se deben evitar alimentos ricos en grasas y azúcares. Hay que beber agua pura ,y sobre todo, hacer mcho deporte, ya que la masa muscular, aparte de ser más pesada, genera un gran consumo de energía y será una gran aliada para no recuperar la grasa perdida».
Quizá las famosas puedan gastar miles de dólares en tiempo, recursos y hacer montones de sacrificios para ser admiradas. Pero en un mundo donde hay tantas Lenas Dunham y Amy Schumers rondando por ahí sin su talla cero, quizá sentirse mejor cuenta más que verse mejor.