Netflix está cumpliendo con su palabra y comenzó a bloquear varios servicios de VPN y DNS que utilizan los clientes australianos para acceder al contenido de otros países, principalmente el de Estados Unidos.
Este tipo de servicios ha tenido un crecimiento altísimo durante los últimos años al calor de Netflix, cuya expansión elevaba la demanda de los mismos. Su relativa facilidad y la mejora del catálogo de Netflix —y otros servicios de streaming como HBO Go o las cadenas de televisión— en determinados países con respecto a otros, hacían atractivo para muchos usuarios el pago. Es, y era, el impuesto a pagar para saltarse las restricciones puestas por abogados y contratos kilométricos.
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Netflix se beneficiaba en cierto sentido de esta práctica, pues conseguía usuarios que de otra forma seguirían felizmente pirateando el contenido. Los únicos que lo veían mal eran las empresas distribuidoras del contenido, que habían licenciado el contenido en un determinado país, y veían como sus habitantes optaban por verlo licenciado por otra empresa en otro país, camuflando su origen de forma técnica.
¿Los perdedores de toda esta campaña? Todos. Los usuarios pierden contenido, Netflix perderá clientes, y los creadores y distribuidores —los que han puesto el grito en el cielo— pierden público, que volverá a la piratería en masa si estas medidas de bloqueo siguen aumentando.
Mientras tanto, los creadores de estos servicios anuncian que todo será temporal y que pronto ofrecerán formas alternativas para que sus clientes puedan seguir accediendo al contenido internacional que ellos quieran.
Con información de Hipertextual