Como Aquaman:
Durante siglos, habíamos estado tratando de respirar bajo el agua. Emile Gagnan, se le ocurrió la solución. H abía inventado una válvula para regular gases, en respuesta a las severas restricciones de combustible debidas a la ocupación nazi de Francia.
Se dieron cuenta de que podían aprovechar la tecnología que se utilizaba en los autos para crear un sistema único que cambiaría al buceo para siempre.
Así nació la escafandra autónoma, con la que explorar las profundidades del océano se volvió más fácil y seguro. ¿Cómo funciona? Es una válvula especial que funciona un poco como una puerta para gatos. Si te imaginas que la puerta de gato está en frente de tu boca, cuando aspiras, se abre y entra el aire. Cuando dejas de aspirar, se cierra.
«El Aqua-lung le permitió a los buceadores usar sólo el oxígeno que necesitaban del tanque de aire comprimido, de manera que ellos controlaban cuándo lo tomaban, y no había desperdicio. Así, podían estar bajo la superficie por más tiempo».
¿Resistentes como Superman?
En los años 60, la científica estadounidense Stephanie Kwolek se topó accidentalmente con un químico que resultó en un material que no sólo es extremadamente ligero y flexible sino que es 5 veces más fuerte que el acero.
Se llama Kevlar y hoy en día se usa en toneladas de productos, desde neumáticos y blindaje antimetralla, hasta cascos de Fórmula 1, pasando por cajas acústicas… y el reemplazo de las armaduras medievales.
Volvamos a los años 60, cuando el ejército de Estados Unidos quería crear algo que volviera a un ser humano superfuerte.
Ralph Mosher aceptó el desafío e hizo el primer exoesqueleto de la historia, el Hardiman.
Parecía algo salido de una película de ciencia ficción, pero realmente funcionaba, haciendo posible que quien lo usaba pudiera levantar un peso equivalente al de cuatro personas adultas.
Actualmente en el Massachusetts Institute of Technology, más conocido como MIT, están desarrollando varios exoesqueletos para que nos den más fuerza y movilidad.
Con los exoesqueletos, uno puede cargar objetos más pesados de lo que podría sin ellos. «Y también puedes mover cosas más rápidamente o alcanzar algo que esté fuera de tu alcance», señala Asada.
El equipo de su laboratorio utiliza tecnología de punta para «darle a los humanos extremidades robóticas».
Al explicar cómo trabaja uno de los modelos nos dice: «La mano robótica imita lo que mi otra mano hace. Si cierro mi puño, envía un mensaje para que se cierre».
Y eso sin que haya nada que las conecte: la comunicación entre las extremidades artificiales y las naturales es inalámbrica. (BBC)