Geólogos y miembros de disciplinas esotéricas penetran en las entrañas de la tierras como personajes principales del documental ecuatoriano-español «Tayos», en el que la dimensión científica y mística se entrelazan con la historia de una de las cuevas más enigmáticas de la Amazonía de Ecuador.
En este largometraje documental «nada es ficción» y narra los principales episodios históricos que rodean a la Cueva de los Tayos, que debe su nombre a los pájaros que la habitan, asegura a Efe su director, el español Miguel Garzón.
Envuelta en historia, leyendas y temas místicos, la Cueva de los Tayos, situada en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, en territorio de los indígenas shuar, ha acogido varias expediciones, y en una de ellas, en 1976, participó el primer ser humano que pisó la Luna, el estadounidense Neil Armstrong.
«No estoy en disposición de afirmar o desmentir qué es lo que esconde la cueva. Lo que me parece interesante es que es un lugar en el que es muy fácil encontrar distintas dimensiones que, en mi opinión, están en todos los humanos», dijo en referencia a miradas científicas, místicas o esotéricas sobre la realidad.
Aunque ese es precisamente el «conflicto nuclear» que aboca su obra, Garzón destaca también otra mirada: aquella estética que permite disfrutar la belleza de las singulares formaciones geológicas de la Cueva de los Tayos. Con actores húngaros, italianos, ecuatorianos y cubanos, en el documental, de cerca de hora y media, y cuya edición duró más de un año, Garzón exhibe extractos de las dos veces que fueron a la Cueva, cuyo acceso es complicado tras un viaje de tres días en promedio.
El ingreso a la cueva es una bajada de unos 70 metros y es tan grande que en su interior hay lagunas e incluso cascadas, pero a ella sólo se puede ingresar con un permiso especial de los shuar. El director aclara que la cueva a la que entraron es «la famosa» porque hay otras que también tienen el mismo nombre y añade que es «espectacular» por sus dimensiones, estructuras, profundidad y los kilómetros mapeados, que superan los 5.000.
«Uno puede internase en un galería estrechísima unos 200 metros y, de pronto, va a parar a una laguna», cuenta el español quien revela que en «Tayos» hay escenas filmadas en otras cuevas en la provincia del Napo, Pastaza y que aparecen también episodios en la capital ecuatoriana, Quito.
En el documental se invirtieron alrededor de 300.000 dólares distribuidos en dinero en efectivo por parte de Ibermedia y el Consejo Nacional de Cine de Ecuador, así como en contribuciones especiales de instituciones y empresas. Aún no sabe cómo lograron organizarse «tan bien» para filmar y se declara «sorprendido» de cómo salió sin necesidad de estar veinte días filmando dentro de la cueva sino cinco en total en los dos viajes.
Garzón cree que la obra tuvo siempre «un ángel» pues aunque en el proceso hubo varios episodios que pudieron descarrilarla, culminó sin problemas, y llegará a las pantallas del cine en Ecuador la próxima semana, para proyectarse en diciembre en la Cineteca de Madrid.
La obra, que comenzó a gestarse a finales de 2012 y que se ha presentado en festivales en Estados Unidos y Ecuador, aborda el conflicto aparente de una visión científica de la realidad y otra esotérica.»Lo que quisimos explorar es cómo distintas personas se acercan a una misma realidad y la perciben de manera distinta», indica al señalar que también quería presentar imágenes «de calidad» de la cueva, que permita al espectador «sentir qué es estar allí debajo, gatear por esas galerías, descubrir esos paisajes».
Garzón cree que no solo en la Cueva de los Tayos hay misterio: «El universo es un gran misterio, ¿de dónde surgió todo?. Esto es una pregunta que, con las herramientas de la lógica, es difícil de responder», señala.La realidad «en la que vivimos es una que tiene muchos niveles y la Cueva de los Tayos, en el fondo no es más que una excusa para explorar eso que nos rodea en todas partes», dice al indicar que lo que hace la cueva es «suscitar cosas que no son exclusivas» de ella.»Nuestra psique está dividida entre nuestro anhelo del más allá y un escepticismo arraigado.
Tayos simboliza como pocos lugares el enfrentamiento entre esas dos tendencias», sostiene el español que se declara «privilegiado» por haber participado en el proceso. EFEEFE