Mientras de mala gana retiraba mis manos de la taza que giraba lentamente, vi sus lados irregulares y quise enderezarlos un poco.
Estaba en Hagi, una antigua ciudad alfarera en un área rural de Yamaguchi, Japón.
Confié en el alfarero, quien me dijo que dejara la taza así, pero no puedo decir que comprendiera sus motivos.
"Tiene wabi-sabi", dijo el alfarero sonriendo, mientras llevaba la taza de barro al horno.
Yo me senté sin dejar de fijarme en la falta de simetría de la taza y preguntándome a qué se refería el alfarero con "wabi-sabi".
Resulta que es frecuente fallar en el intento de comprender esta expresión.
Wabi-sabi es una parte fundamental de la estética Japonesa, que son los antiguos ideales que aún rigen las normas del buen gusto y la belleza en ese país.
El término wabi-sabi no solo es intraducible, sino que es considerado indefinible en la cultura japonesa.
A menudo se murmura wabi-sabi en momentos de profunda contemplación y casi siempre se complementa con la palabra "¡muri!" (¡imposible!) si alguien pide que explique a qué se refiere. Así, la frase ofrece una particular forma del ver el mundo.
Wabi-sabi es un término que se originó en el taoísmo durante la dinastía Song en China (960 -1279) y luego se transmitió al budismo zen.