En 1928, el prestigio del magnate estadounidense Henry Ford como líder industrial era universal, y no sólo por ser uno de los hombres más ricos del mundo.
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Su nombre evocaba la promesa de una deslumbrante revolución tecnológica a la manera que mucho más tarde lo harían personajes como Steve Jobs.
A los 39 años había fundado la Ford Motor Company, que se convertiría en una de las compañías más grandes y rentables del mundo.
Había patrocinado el desarrollo de la técnica de producción en cadena que le ayudó a fabricar en masa el primer automóvil que la clase media podía pagar, y a transformar los carros en un medio de transporte práctico que tendría un profundo impacto en el futuro.