Las divisiones son comunes en todas las coaliciones políticas, pero quizá en ninguna parte las grietas se noten de manera tan transparente y revoltosa como en Argentina.
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Este martes, Elisa Carrió, una de las aliadas políticas más prominentes del presidente, Mauricio Macri, pidió al Congreso un juicio político contra el ministro de Justicia, Germán Garavano, por haber dicho que "nunca es bueno que un expresidente esté detenido", en referencia a los casos de Carlos Menem y Cristina Kirchner.
Con esto, por primera vez quedó al descubierto una disputa en la coalición oficialista, Cambiemos. Y ahora solo se habla en el mundillo político de "la interna del gobierno".
"Interna" es como se define en Argentina un choque entre actores del mismo bando.
Pasa en cualquier parte, es cierto. Pero acá no solo ocurre en política, sino en el club, en el edificio, en los grupos de padres y madres de los colegios. Siempre hay "una interna": siempre hay una disidencia, una teoría de conspiración, un grupo que se desmarca del poder sin separarse totalmente del mismo.
"Es paradójico, o quizá una cosa fruto de la otra, pero los argentinos tienen una gran capacidad de asociarse al tiempo que de disgregarse en pequeños bandos", escribe el antropólogo Alejandro Grimson en su libro "Mitomanías Argentinas".