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“Escondí a mi bebé para que los servicios sociales no se la llevaran”

Es la peor pesadilla de una madre: que alguien se lleve a su bebé o que la relación que están construyendo se interrumpa de alguna manera, bien sea por una acción de Dios o por ciertas circunstancias.

Pero para Betty (nombre ficticio), esa posibilidad no era una pesadilla, sino una amenaza real.

Una amenaza que se convirtió en una sombra oscura que la acechó durante los primeros meses de maternidad.

¿La razón? Betty tiene una condición crónica que limita su movilidad y su fuerza.

Retos

Antes del nacimiento de la pequeña Sally, Betty contaba con la ayuda de trabajadores sociales que la visitaban a diario para poder vivir de manera independiente.

"Eso me permitió tener una relación sentimental y también un trabajo", dice la mujer.

"Pero cuando salí embarazada, no se lo dije a los servicios sociales porque me aterrorizaba lo que pudieran hacer", cuenta.

Por suerte a sus cuidadores, con los que se llevaban muy bien, ni siquiera tuvo que decirles que fueran discretos. Entendían la situación.

Pese a lo sorprendente que pueda parecer, la experiencia de Betty no es poco común.

Según un estudio financiado por la organización Investigación sobre Discapacidades para Vivir y Aprender Independientemente (Drill, por sus siglas en inglés) los servicios sociales para adultos ignoran las necesidades de discapacitados que se convierten en padres.

La investigación también reveló que, con frecuencia, el departamento que vela por el bienestar de los niños considera que las limitaciones de los padres pueden ser un riesgo para los niños.

Le dan prioridad a la vigilancia antes que al apoyo que podrían ofrecer para que las familias se mantengan unidas.

Y ese escenario puede ser aterrador para los padres.

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