A pesar de contar con filas de ejecutivos y asesores con sueldos millonarios, las grandes compañías pueden tomar decisiones que, en el mejor de los casos, son desconcertantes y, en el peor, suicidas.
¿Cómo es que semejantes organizaciones, lideradas por directores ejecutivos bien pagados y con suficiente dinero para contratar a los mejores empleados y asesores se meten en semejantes problemas?
Un ejemplo de esto es Carillion -una constructora multinacional británica- cuyo desplome este año dejó a miles de personas sin empleo.
Esta enorme compañía firmó contratos con márgenes de rentabilidad tan estrechos, que las demoras que tuvo resultaron en pérdidas inmensas.
Si nos vamos para atrás un poco, tenemos a Nokia, que en un entonces dominó el mercado de los teléfonos móviles, hasta que falló en reconocer la competencia que vendría del iPhone.