Iba a ser una cumbre histórica: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, reunidos en Singapur.
Un hito fruto del deshielo entre las dos coreas que, iniciado en los pasados Juegos Olímpicos de Invierno, había hecho creer en la posibilidad de llevar la paz a la península coreana.
Trump y Kim iban a encontrarse para hablar de desnucleraización tras meses de insultos y amenazas.
Como muestras de su buena fe, Pyongyang había liberado a principios de mes a tres ciudadanos estadounidenses y además este jueves aparentemente destruyó el centro de pruebas nucleares en Punggye-ri, entre otras señales.