Cuando el neurólogo Máximo Zimerman vio las tomografías cerebrales de Gabriela García, pensó que se trataba de una niña que vivía postrada en una cama, sin comunicarse con el resto y sin emociones.
A la menor de nueve años, de Cali, Colombia, le falta casi todo el lóbulo frontal del cerebro, o más de un tercio de materia gris.
Es decir, carece de casi toda el área que controla la capacidad de abstracción y que contribuye con el lenguaje, el movimiento, la toma de decisiones, la conciencia, la memoria, la solución de problemas y las relaciones sociales.
Pero al conocer a la menor colombiana en 2016, el médico argentino se sorprendió al ver que la pequeña podía hablar, contar, caminar y hasta bailar.
Pero no es el único asombrado.
"Nunca he visto un caso como este, que yo sepa, es bastante único", dijo a BBC Mundo el neurólogo Marsel Mesulam, autor del libro "Neurología Conductual y Cognitiva" y expresidente del consejo de la Organización para el Mapeo del Cerebro Humano de Estados Unidos.
¿A qué se debe la singularidad de su historia?
Un quiste de agua
Katherine Gutiérrez, madre de Gabriela, cuenta a BBC Mundo que su hija empezó a caminar a los 23 meses y a hablar a los tres años, relativamente más tarde que otros niños.
A los tres también comenzó a ir a una guardería, pero se comportaba de manera impulsiva y agresiva.