"Es el último ‘Shangri-La’, un bello y místico lugar donde todo es perfecto".
Así es como muchas personas definen a Bután, el pequeño reino asiático ubicado en la cordillera del Himalaya también conocido como "el país de la felicidad".
Con sus pintorescas montañas e impresionantes monasterios budistas en las colinas, es el sueño de muchos viajeros.
Su capital, Timbu, es una refrescante delicia para aquellos cansados del tráfico y la contaminación de las grandes ciudades: aire fresco, exuberantes montañas verdes y picos nevados en la distancia.
Pero debajo de esta idílica apariencia, este país de 800.000 habitantes atraviesa una fase de tensión y nerviosismo.
Rodeado por dos gigantes asiáticos —China en el norte e India en el sur—, Bután vio cómo las dos superpotencias militares se enfrentaban en el límite de su territorio por una disputa fronteriza.
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Una remota región de montaña
El estallido se produjo en una meseta estratégica llamada Doklam, situada en la triple unión entre India, Bután y China.
Tanto Bután como China reclaman que esta remota región montañosa les pertenece. India apoya a Bután en su reivindicación.
Cuando China comenzó a expandir un camino sin pavimentar en la zona en junio de 2017, las tropas indias se interpusieron y detuvieron los trabajos, provocando un enfrentamiento entre ambas partes.
Nueva Delhi argumentó que el camino implicaba cuestiones de inseguridad.