En estos días, una cosa parece cierta: los aguacates han conquistado lugares en los que hasta hace unas décadas ni siquiera habían oído hablar de ellos.
En instagram, una búsqueda ‘básica’ del #avocado (como se dice en inglés) actualmente arroja más de 7,5 millones de publicaciones. Y no todas son fotos de los aficionados a mostrar qué comen diariamente.
Hay cafés servidos dentro de las cáscaras de aguacate; juguetes tejidos con forma de aguacate; huevos de Pascua con temática de aguacate; aguacates en tarjetas de felicitaciones; y, más recientemente, imágenes de hombres en Estados Unidos que al proponerle matrimonio a las chicas usan aguacates como portadores del anillo.
Definitivamente, el humilde aguacate tiene a personas de todo el mundo bajo su hechizo.
En EE.UU., por ejemplo, el consumo anual de aguacate de una persona promedio ha aumentado de 0,5 kg en 1989 a más de 3 kg en 2016.
En Reino Unido, los aguacates tuvieron el tercer mayor crecimiento de ventas de cualquier artículo de abarrotes el año pasado, justo detrás de una marca de cerveza y una bebida energética.
El consumo de esta baya -efectivamente: botánicamente es una baya– es tan abundante que, en 2016, a los millenials australianos les recomendaron dejar de comprar tantos si querían tener dinero suficiente para comprar una propiedad.
¿Cómo llegó hasta aquí? Tracemos la historia de este discreto escalador social.