Esta debe ser la mayor crisis que enfrenta Facebook desde su fundación y la respuesta inicial de la compañía no ha ayudado.
La anunciada salida de su jefe de Seguridad de la Información, Alex Stamos, ha extendido la preocupación a través de la empresa a nivel internacional y hay reportes de que esto amplía las ya significativas divisiones dentro de la compañía sobre qué tan transparente debe ser.
Sin embargo, la cuestión debe llegar más arriba, hasta Mark Zuckerberg.
Cuando surgieron las primeras informaciones de que Rusia pudo haber usado la red social para interferir en la elección estadounidense de 2016, el fundador y director ejecutivo de Facebook las calificó inicialmente de una "idea bastante loca".
Meses después se retractó y anunció una serie de medidas para combatir la difusión viral de noticias falsas.
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Esta vez, tras los informes de Channel 4 News, The Observer y The New York Times, Facebook ha respondido con la contundente afirmación de que el hecho de que la información de decenas de millones de personas fueran recogidos por un tercero no constituye una violación de datos.
Tanto Facebook como Cambridge Analytica niegan haber violado la ley.
Y ahí yace el problema: si esto, de hecho, no es una violación de datos, si estas compañías no encuentran un motivo de alarma, y si lo que ha ocurrido es legal, entonces esa debe ser la razón para que los 2.000 millones de usuarios de Facebook deberían estar preocupados.
Un mensaje que vender
Facebook se ha hecho asombrosamente rico operando lo que es, en efecto, una herramienta de vigilancia.
La mayoría de los usuarios no tienen idea de qué tanto saben las compañías de redes sociales sobre ellos. El modelo de negocio que ha hecho rico a Facebook está basado en la calidad de la información.
Esta red social usa los datos para vender tu atención a los anunciantes. Los anunciantes usan mensajes inteligentes para influir en tu comportamiento, intentando que compres sus productos.