Hace mucho tiempo que se le llama "el árbol más solitario del planeta".
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Es un ejemplar de Picea sitchensis, de la familia pícea de Sitka, y más allá de ser un árbol gigantesco sin ningún amigo a su alrededor, dice mucho sobre la época en la que vivimos.
Situado en la isla Campbell en el Océano Antártico, en su madera hay una clara huella de radioactividad de las pruebas de bombas atómicas de las décadas de 1950 y 1960.
Para los científicos, esto podría ser la marca que han estado buscando para definir el inicio del Antropoceno, también llamada "edad de los humanos": una nueva propuesta para definir la era geológica en la que las actividades humanas han tenido más repercusiones en el planeta.
La definición de esa época busca darle dimensión a la llamada "gran aceleración" del impacto humano en el planeta, el momento en la línea del tiempo en el que se volvió intenso y global.
Esto se produce después de la Segunda Guerra Mundial y se ve, por ejemplo, en la gran explosión en la producción de plásticos.
Chris Turney, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia, y sus colegas dicen que este árbol pícea de Sitka capta este cambio de forma única en sus anillos de crecimiento.