Clitemnestra, la esposa de Agamenón, lo mata poco después de su llegada triunfal de Troya. Orestes, el hijo de ambos, llega a vengar la muerte de su padre y mata a su madre. Pero ahora, él mismo está a punto de convertirse en otra víctima de un asesinato de honor.
¿Cómo terminará esta historia de venganzas sin final?
Cuando los relatos se complicaba mucho y no parecía haber salida, los antiguos griegos tenían una solución, a la que el filósofo Aristóteles llamó deus ex machina.
Quizás el concepto te sea familiar: así se conoce al artificio literario que introduce un elemento, personaje o fuerza externa que no tiene mucho que ver con la lógica interna de la trama para solucionar el problema.
El deus en este caso -el de "La Orestíada" de Esquilo- es Apolo, quien salva a Orestes y declara que un juicio pondrá fin al baño de sangre de generaciones que ha plagado a la familia.
Pero, ¿cómo era la machina misma?
Porque aunque con el tiempo la frase se volvió metafórica, en la antigua Grecia era lo que su nombre indicaba: un dios en una máquina.
Y alguien que sabe cómo era esa máquina es Konstantinos Kotsanas.