En Croacia, miles de personas con enfermedades mentales viven en instituciones.
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El proceso de sacarlos de allí e integrarlos a la comunidad comenzó hace décadas en muchos países europeos. Pero Croacia se ha resistido al cambio, salvo en una región del este del país, cerca de la frontera con Serbia.
La pintura se está descascarando, el techo se cae a pedazos, y los rayos del sol de inverno iluminan el polvo que flota en el aire.
En el asilo de Cepin, que ahora está abandonado, las habitaciones dan a un corredor largo.
"Cuando esperábamos a que nos diesen la medicación, nos acuclillábamos en este pasillo hasta que la enfermera venía y nos daba las pastillas. No había sillas", dice Branka Reljan, que tiene esquizofrenia y vivió aquí por 12 años.
Ahora, de visita junto con Drazenko Tevelli, Branka recuerda cómo fue esa experiencia.
Tevelli fue internado después de desarrollar una enfermedad mental producto del alcoholismo.
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En Cepin, la pareja mantuvo un romance en secreto. Esta es la primera vez que regresan desde que fueron trasladados en 2014.
En la habitación que Branka ocupaba junto a otras tres mujeres todavía se puede ver una etiqueta que lleva su nombre en uno de los armarios donde guardaba sus efectos personales.
Su cama todavía está allí, con su colchón duro y mugroso.
"Era una cama cómoda, buena para mi columna", dice Branka. "Tuve suerte, no había cucarachas".