Es visible desde lejos. En lo alto de una loma cercana al pueblo de Alpuyeca, Morelos, hay un cilindro de unos 20 metros de altura montado sobre una base metálica.
Es una simulación, dicen algunos vecinos de la comunidad, ubicada unos 90 kilómetros al sur de Ciudad de México.
El cilindro fue diseñado como una chimenea para quemar el gas metano del que fuera uno de los basureros clandestinos más grandes del país.
De hecho el enorme tubo está montado sobre una montaña de desechos, cubierta con tierra hace unos años.
Pero no funciona. La chimenea está abandonada. No hay una manguera o algún instrumento que la conecte con el subsuelo donde está el metano.
Mientras que a unos pasos, completamente en ruinas, está la cabina donde se controlaría la incineración. Unos trozos de hule espuma y restos de plástico es lo único que resta del equipo electrónico que alguna vez existió.