Esteban Cárdenas Varela, Jefe del Cuerpo de Bomberos del Distrito Metropolitano de Quito, contó a Metro Ecuador la preparación técnica y tecnológica que ha llevado adelante la institución en los últimos años.
El comandante nos recibió en su despacho para compartir con nuestros lectores la evolución del Cuerpo de Bomberos que dirige desde el 2019.
Cárdenas comenta que este 2024 cumplirá 28 años de servicio en la institución, por lo que ha formado parte de todo este proceso de evolución.
¿Qué tipo de institución es el Cuerpo de Bomberos de Quito?
—Somos una institución técnica. Nuestra preocupación es cumplir con el lema que está todo lugar de nuestra institución: salvar vidas; dos palabras tan simples que dicen mucho y que, para lograrlo, existe un gran equipo atrás que trabaja las 24 horas del día, los 365 días del año.
¿Cómo empezó a conformarse la institución?
—En 1921 empieza a constituirse un Cuerpo de Bomberos para atender las necesidades de la ciudad, a través del Ministerio de Hacienda. Otro intento existió en 1936, pero en 1944 empezamos a funcionar como institución con dos cuarteles: el de la Loma Grande y el de la Veintimilla.
En esa época, los fondos eran bastante limitados y así se mantuvo por lo menos unos 50 años más. La realidad cambia en 2003, tras el incendio en el Congreso Nacional, se decidió modificar la Ley y se multiplican por mil los ingresos para bomberos.
En ese momento se dio la transformación. Cuando ingresé a la institución tenía 20 años y ser Bachiller ya era un requisito; antes, solo se pedía haber terminado la primaria. Esa situación generaba limitaciones, porque hay que tener claro que el éxito de las organizaciones depende mucho de la capacidad y el conocimiento de su gente. Sin eso, es complicado que una organización surja.
Es por eso que en 2003 empieza un proceso de profesionalización y desarrollo académico- profesional de los servidores del Cuerpo de Bomberos, partiendo desde los comandantes y subalternos. Eso cambia la visión institucional y la administración de recursos, basándonos en el análisis de la realidad de cada ciudad.
¿Cómo ha sido esa evolución?
—Primero, en la profesionalización, con procesos de selección, formación, sistemas de carrera y ascensos y preparación académica.
A esto se suma el desarrollo en equipamiento. Cuando entré a bomberos, habían solo dos cascos y dos chaquetas para 20 personas. Ahora, cada bombero tiene un traje nuevo y normado para cada tipo de evento: estructural, forestal, rescate vertical o rescate en agua, porque son condiciones distintas.
Y en la última década, el desarrollo tecnológico ha sido fundamental.
¿En qué consiste este desarrollo?
—Tenemos una aeronave funcional para combate aéreo con “bambi bucket”, pero los incendios se producen a veces por sobre los 3.500 msnm y se presentan limitaciones para volar a esa altura, más aún con una carga externa.
Es por eso que para este verano estamos listos con un sistema de monitoreo y alerta temprana que ubicamos en la ciudad. Está conformado por drones especializados en levantamiento de información, equipados con cámaras térmicas para medir los niveles de temperatura y conocer los tipos de riesgo. Estos drones funcionan con fibra óptica de 45 metros y pueden volar 24 horas al día, durante 21 días continuos, con capacidad de transmisión de datos a través de satélite. Empezaremos las pruebas reales de este sistema en junio.
Además, ubicamos tres cámaras de largo alcance (5 km) que generan alertas cuando existe incrementos de temperatura en piso e incluyen un sistema de proyección de data satelital, el cual nos brinda información sobre cambios de temperatura cada 10 segundos, lo que nos permitirá monitorear el clima.
Esta data nos ayuda a hacer modelaciones. En caso de iniciarse un incendio, se ingresa información del clima y topografía al sistema, y a través de inteligencia artificial, se puede pronosticar hacia dónde se dirigirá el incendio y en cuánto tiempo. Así, puedo enviar información al personal en tierra para su seguridad y para generar las estrategias de combate.
Además, tenemos un proyecto a largo plazo para ir adquiriendo más cámaras y, por lo pronto, en julio de este año colocaremos sensores de incendios forestales en el Parque Metropolitano y el Itchimbía, donde también funcionan estaciones meteorológicas. Este verano se verá en forma real cómo funciona este sistema.
Y en cuanto a otro tipo de equipamiento que facilita nuestra labor, contamos con tablets y cámaras a bordo de los camiones para registrar los eventos; así como sistemas de localización y de monitoreo.
¿A cuánto asciende la inversión?
—Solo en prevención, el año pasado invertimos más de USD 6 millones, lo mismo este año para sustentar estos ejes que son fundamentales.
El resto es renovación permanente. Vamos a recibir 10 camionetas con bombas de alta presión que permiten moverse rápido en caso de incendios forestales; compramos dos plataformas de 8.000 galones de agua que van a ser jaladas con dos cabezales para que sean vehículos abastecedores para los valles, que además son de acero inoxidable para llevar agua limpia en caso de un desastre y se necesite proveer del líquido vital.
Toda esta planificación nos permite saber qué vamos a hacer, cómo actuar y dónde invertir el dinero.
¿Cuáles han sido los grandes desafíos que han enfrentado o para los que se están preparando?
—Nuestra mayor preocupación, en los últimos años, es el tema del calentamiento global. Hay dos problemas que debemos conversarlos, sobre todo en nuestra ciudad, y suceden en la época seca y lluviosa.
Ahora que estamos en transición, se ha presentado un clima insual en la ciudad, con lluvias. No obstante, estamos a la entrada de la época seca que pueden ocasionar incendios forestales. Estos eventos generan temor y conmoción porque las casas ya están cerca de los bosques, lo cual no ocurría hace 30 o 40 años.
Por otro lado, está la época lluviosa. En el 2022, ya tuvimos más de 20 personas fallecidas en el aluvión de La Gasca, y este 2024, nuevamente un fallecido. Las soluciones hay que plantearlas desde un ámbito muy profesional, partiendo de generación de data y de forma técnica- científica.
Otra preocupación es el desarrollo de las sociedades. Hoy tenemos muchas comodidades y la tecnología ayuda pero genera problemas, como el uso del teléfono celular que es una de las principales causas de accidentes de tránsito, más allá de que los ecuatorianos no somos buenos al conducir. También tenemos el Metro en funcionamiento y debemos prepararnos para atender emergencias propias de este sistema de movilidad, como lo hacen otras ciudades del mundo.
¿Cómo se preparan para atender estos riesgos descritos?
—El Concejo Metropolitano aprobó la Ordenanza de Gestión de Incendios Forestales a través del Manejo Integral del Fuego, donde más allá de las sanciones, es una herramienta que nos ayuda a construir el camino bajo un marco jurídico.
Con base en ello, tenemos una planificación definida: procesos de capacitación, entrenamiento, reentrenamiento y recertificaciones de nuestro personal; así como continuar con el trabajo comunitario en la ruralidad, con guías forestales que son entrenados para hacer sensibilización en su sector, prevención, alerta temprana y primera respuesta, ya que el 80% de la problemática de incendios forestales se ubica en estas zonas.
También tenemos la planificación en cuanto a la renovación de trajes forestales que debe hacerse cada dos años; vehículos y camiones contra incendios que están en mantenimiento preventivo desde mayo para estar operativos en época seca; y la actualización tecnológica.
¿Cómo operan para atender a la ciudad?
—En 2023 atendimos 38.585 emergencias, entre 70 u 80 por día. De esas, 17.429 corresponde al servicio de ambulancia. Es decir, que de cada 10 emergencias, seis son médicas, y de ellas, el 70% son clínicas en domicilio.
Es por eso que en este momento contamos con 20 ambulancias tipo americana, normadas, y a fines de junio se incorporarán cinco más para facilitar el acceso a sitios más pequeños, como el Centro Histórico y zonas de alto movimiento comercial y alto tráfico. También se incluirán 20 unidades motorizadas.
Para tener una idea de la importancia de las adquisiciones, en Quito se destinan 45 recursos diarios solo para emergencias pre hospitalarias. Esto hace que en todas las ambulancias contemos con paramédicos titulados en universidades, y aparte tenemos una unidad de triaje con médicos para cuando ocurren accidentes con varias víctimas.
Además, estamos presentes con otro grupo de médicos en la central del ECU 911 para autorizar medicación y acabamos de incorporar cinco psicólogos con formación de bomberos como parte del sistema de contención de desastres y emergencias de magnitud.
¿Cómo es el trabajo en el ECU 911?
—Alrededor de 12.926 eventos se solventan desde el ECU 911, por lo que tenemos 70 personas de nuestra institución distribuidas en cinco grupos: entre bomberos, paramédicos, médicos y psicólogos. Por ejemplo, si una persona se descompensa en su casa, nuestro personal evalúa vía llamada telefónica y brinda las indicaciones. En casos graves, se despacha a las unidades respectivas. En este tipo de atenciones, llegamos a 38 mil emergencias.
Los ciudadanos no lo ven, pero Bomberos Quito se está moviendo las 24 horas en toda la ciudad, para atender desde el accidente de tránsito más complicado como el del tráiler en el Puente de Guayllabamba, el incendio del vehículo que transportaba combustible en la Av. Simón Bolívar hace pocos meses, hasta rescatar un perrito de una quebrada o abrir el departamento de la señora que se olvidó las llaves. Todo esto pasa en una ciudad como Quito, tan diversa, por lo que debemos entender estas dinámicas para interactuar con la ciudadanía.
¿Qué respuesta tienen de la ciudadanía?
—Después de cada evento, tenemos un sistema automatizado de reportes. El bombero llega al lugar, abre el sistema, ingresa la información del incidente, y se deriva una encuesta de satisfacción al correo electrónico del usuario o al WhatsApp.
Con los usuarios que llenan la información, el área de emergencias médicas tiene más del 98% de excelencia y las otras áreas por encima del 95%. Eso es un motivo de orgullo, porque no es un trabajo de quien dirige la institución, sino del personal en calle.
¿Cómo se prevé que crezca la institución al mediano y largo plazo?
—Seguiremos trabajando en ejes preventivos y en territorio, con la finalidad de abrir espacios y recuperar la solidaridad entre vecinos a través de los nexos que tenemos con la comunidad como nuestra banda de músicos y artistas ecuatorianos que se unen a nuestros mensajes.
El equipamiento es fundamental y como Cuerpo de Bomberos debemos estar a la altura, con trajes de mejor calidad, vehículos que incluyan sistemas de telediagnosis y navegadores a bordo.
Finalmente, continuaremos con el desarrollo profesional. En 2023, se ascendió a más de 200 compañeros, e incorporamos promociones todos los años de acuerdo a la planificación. En 10 años, necesitaremos 10 estaciones más, con un promedio de 35 personas por cada una (en total, 350 personas más). En ese camino, esperamos inaugurar en diciembre de este año la estación de El Pinar.
Lo importante es tener claro el norte y parte de esta construcción han sido los niveles directivos y los oficiales subalternos que me siguen en el mando. Significa que cuando me vaya, seguirán encaminando el proceso. Recibí una institución grande y he tratado de mantenerla.